La relación de lo que queda como registro material de nuestra cultura, tiene un vínculo con el tiempo que a veces escapa a los instrumentos que tenemos para medirlo. En este sentido es interesante preguntarnos por cuáles otros tiempos podemos evocar en las reflexiones actuales, y sobre todo cómo podemos pensar hoy en esos otros tiempos que conviven con nuestra existencia. Los fósiles y restos de tiempos profundos generan importantes preguntas para nuestro presente y esos tiempos que quedan depositados a veces silentes o menos atendidos reaparecen gracias a una sensibilidad que está alerta a las formas de desaparición.
“Vamos a desaparecer”, se repite en diferentes idiomas y lugares. Por un lado, el descuido y la dominación de los entornos naturales, y por otro, las formas de vida explotadas que se dan en las grandes urbes, aunque notamos también que esta sensación se esparce por casi todos los territorios. Un problema para nuestras formas de vida occidentales modernas que demuestra una crisis sistémica global. La consigna feminista “por una vida que sea vivible, y que merezca la pena ser vivida” puede extenderse también en estos tiempos y cobrar nuevos sentidos de uso. Por ejemplo, la forma en que las demandas por vivir en entornos donde el extractivismo minero y forestal tiene efectos mortales, o las zonas de sacrificio donde ni el agua e incluso el aire permiten la continuidad de la vida, a esto le ha llamado Anna Tsing una “tierra acosada por el hombre” (2023) un terreno disparejo y desigual en la catástrofe medioambiental. Esta situación nos lleva a pensar en cómo el problema sobre el cuidado de la vida y nuestro entorno ya no es una cuestión que pueda abordarse solo desde la experiencia humana, sino que conectando ecosistemas y todo tipo de seres vivientes. De ahí que la crítica contemporánea desde los estudios culturales ha planteado la necesidad de pensar lo humano y más que humano para nuestras preguntas complejas del presente.
En sociedades como la chilena, donde el proyecto neoliberal ha tenido éxito, ha sido vital preguntarse también sobre las memorias. La relación de la memoria y el cuidado de la vida han sido articuladores de algunos debates1 sobre episodios en regímenes totalitarios y dictaduras que han atentado directamente sobre la vida de otras. En Chile el proceso neoliberal ha generado la explotación del territorio y además la precarización de la vida de la inmensa mayoría, a tal punto que la privatización del agua es un ejemplo de cómo la sobrevivencia implica para muchas comunidades afrontar el problema de manera directa a través de organización colectiva, resistencia a los abusos y diversas luchas por asegurar su continuidad en este mundo. Desde esta perspectiva, el trabajo de Donna Haraway se ha vuelto vital en los últimos tiempos, y acá sobre todo la noción de “simpoiesis” desarrollado en su libro Seguir con el problema (2019), es decir que la interdependencia, la compañía de otras, humanos y más que humanos (animales, ecosistemas, bichos y toda la vida que nos acompaña), es una sensibilidad imprescindible para seguir creando mundos.
El conocimiento no humano, muchas veces silencioso y gris, es uno de los temas que ha desarrollado la artista Alejandra Pérez2 tanto desde sus investigaciones académicas como en el ámbito de la creación artística. Conocí el trabajo de Alejandra hace casi quince años, cuando residió durante siete años en la ciudad de Valparaíso. Sus experimentaciones con el sonido en diferentes lugares y su proceso que ha pasado por diferentes entornos analógicos y digitales, desde un inicio se presentó para mí como un desafío. No sólo por su propuesta sensible de acceder a una experiencia más allá de lo visual, sino que en tener la posibilidad de preguntarme sobre los desarrollos sonoros y sus efectos en nuestros cuerpos e ideas. Me refiero a los trabajos relacionados con el ruido de frecuencias muy bajas (VLF) desarrollado en 2009, en Isla Greenwich, Base C. Arturo Prat. South Shetland Islands, donde registró muy bajas frecuencias y sonidos subacuáticos; también los registros de luminosidad y luz ultravioleta en el cambio de año 2014-2015, en UKIKA, Puerto Williams, Isla Navarino, canal Beagle; y sus experimentaciones con el pH de fluidos y fermentos con varios métodos relacionados con lo gris y desapercibido para indagar la huella específica de un sitio polar (Cartografía Sonora Antártica 2009-2017); y otros proyectos realizados con sedimentos de comida (Proxies, 2020), masa de pan (Sensor Masa, 2019) y cultivos de yogur (Yogugrama, 2019).
En el Verano de 2016, Alejandra realizó una exploración al Volcán Puyehue en Chile (Altitud 2,236 m), registrando ruido de muy bajas frecuencias y cambios en fermentos de levadura, utilizando también una lámina de hielo como antena para recibir muy bajas frecuencias.
En el año 2019 presentó en vivo Sensor Masa (2019), que consistía en un computador, software, platos de levadura en fermentación y masa de pan conectada a un amplificador de microvoltaje, utilizando el sistema operativo GNU-Linux con Pure Data software. El Sensor Masa es uno de los métodos desarrollados en su investigación de doctorado para estudiar sitios polares. Se trata de una masa de pan conectada a un amplificador de microvoltaje que amplifica la señal de los estados electroquímicos de la masa donde estas variaciones son traducidas a sonido. Alejandra ha desarrollado un trabajo de investigación y creación artística centrada en diferentes territorios, y además repensado y creado metodologías críticas como lo es Hackear Antártica, ella señala “es una metodología ontoepistemológica en que las formas de conocer están moduladas por las formas de ser o proxies, representantes para el registro de lo imperceptible. Este desarrollo ha tenido por objeto tener un acercamiento estético a Antártica que desmantela las jerarquías del conocimiento”.
El trabajo que ha estado realizando actualmente tiene como punto de partida representaciones tridimensionales de fósiles de la colección Patagonia- Antártica (CPAP). Mediante los diferentes dispositivos e interacciones las personas que asisten a las presentaciones pueden vincularse con esas imágenes y sonidos creados por Alejandra. Una de las cuestiones que presenta su trabajo, es sobre la manera en que se han dado las relaciones más convencionales entre arte y ciencia, abriéndose hacia otras experimentaciones que permitan acceder a la complejidad de esas informaciones científicas con los laberintos de la representación del arte contemporáneo. Son tiempos entretejidos que se vuelven sensaciones, los registros vegetales actuales amplifican aquello que desapareció, entonces los fósiles vuelven de alguna manera porque aparecen en el momento de la conexión actual. Ese tiempo profundo de donde provienen los fósiles contiene un relato sobre el presente ¿qué tipo de relato es ese que viene de tan lejos para actualizarse en el presente? ¿cómo puede representarse esto?
Es un desafío para la escritura basada en arte, el trabajo que incorpora reflexiones científicas o que nace de una profunda reflexión sobre los límites, incluso de las ciencias a la hora de entrar en relación con las representaciones. Porque el trabajo de Alejandra no se basa en las representaciones convencionales ni tampoco acude a herramientas que son utilizadas desde una lógica conservadora de lo que debe ser una información científica. Me refiero a que indaga en los límites, cruza un territorio de cómo se representa la relación de la ciencia y la reflexión desde el arte, y propone un vaivén, un exceso en cierto punto, ya que la espectadora puede entrar en relación con esos otros tiempos lejanos de los fósiles. Esto podría ser una micropolítica de las representaciones, algo así como un movimiento que se genera en el entrecruce de las formas más convencionales del registro científico con los movimientos contemporáneos que le otorga Alejandra y lo que las espectadoras captan. Lo impactante de toda esta experiencia es que esos fósiles nos están hablando a nosotras de nuestra propia posible extinción. Es un grado cero en los discursos del cuidado de la vida. Mientras estamos interactuando con las imágenes de los fósiles, estamos generando un vínculo momentáneo con nuestra propia posible desaparición como especie.
La relación de los humanos con las rocas o en este caso fósiles nos lleva a pensar en otro tiempo. El tiempo profundo al que alude Alejandra en su trabajo es un tiempo que ni siquiera imaginamos, aquel en que Antártica estaba unida a Sudamérica. Hasta hace aproximadamente 28 millones de años había una conexión de las tierras, hasta que la península Antártica comenzó a retirarse hacia el norte 3. Alejandra comenta cómo es de importante la información que contiene una columna de hielo para nuestro conocimiento, tanto como lo es el conocimiento que conserva la biblioteca británica. Aunque ambas formas y su preservación difieren mucho, sobre todo porque las políticas de conservación patrimoniales europeas de las bibliotecas están ligadas con otros intereses nacionalistas o estatales por ejemplo, pero en el caso de las columnas de hielo, dependen de las formas de conservación que tengan los países donde se sitúan, y en todo caso, los efectos del cambio climático global, afectan directamente a los archivos de saberes situados que son los glaciares.
En una reciente conversación Alejandra me comentaba “Es triste que no haya más hielo, que desaparezcan los grandes glaciares porque quiere decir que no los veremos volver más”, esta frase implica pensar en la vulnerabilidad como un activo necesario de atender en nuestro presente para entender la historia y sus devenires. Jaime Vindel menciona cómo hemos asistido a los relatos del fin de la historia (Fukuyama) y ahora asistimos como espectadoras a la historia del fin, y señala “El deshielo de los polos, la extinción vertiginosa de las especies o los récords en los registros anuales de temperatura nos llegan como noticias de ninguna parte que, sin embargo, sabemos que pautan la velocidad con la que la civilización industrial se dirige al coladero ecológico” (Vindel, 2020:276). Para el autor es vital comprender de qué manera interactúan la globalización neoliberal, la crisis ecológica y los condicionantes biológicos de nuestra y otras especies. Ya que son justamente las conexiones entre estas interacciones las que permiten trazar una genealogía de la devastación de la que estamos siendo testigos. Son muchos los niveles e intensidades a que nos vemos expuestas al reconocer parte de esta situación, y muchas veces es difícil ver representadas estas problemáticas. Por eso pienso en los tipos de profundidades que nos presenta el trabajo de Alejandra con los fósiles. Hay otro tipo de profundidad a la que nos acercamos , y es aquella que permite pensar en lo que sería una conexión tenue. Ya no se trata simplemente de establecer un vínculo por medio de un registro fotográfico o incluso de nuestra apreciación de los fósiles hoy en día. La conexión tenue indica una posibilidad de pensar en lo vulnerable de la vida, desde lo que apenas existe. Si bien lo tenue puede ser lo poco perceptible, también genera grados de intensidad, en un registro menos evidente, pero no por ello menos real.
En este sentido es que la noción de cuidado radical cobra valor, ya que estaríamos entrando en un llamamiento a un proceso de preservación donde las formas convencionales no sirven, sino que la reflexión es sobre cómo tomar medidas de manera concreta, sobre aquello que apenas existe. No es un llamado medioambientalista únicamente sino que una propuesta sobre las formas de representación de esos conocimientos científicos que nos anticipan la extinción de las especies, pero a la vez nos alertan de las posibilidades más extremas de cuidado que podríamos crear.
El hielo y sus memorias o el hielo como un archivo nos remite a otros tiempos pero también se conecta directamente con episodios de la vida política de Chile que no han sido necesariamente profundizados en el debate público. En nuestra conversación Alejandra describe el trabajo en desarrollo “Patrones en la Atmósfera del motor Rolls Royce Avon TurboJet” (2023) que plantea la posibilidad de encontrar en los hielos glaciares la huella de los hidrocarburos arrojados súbitamente a la atmósfera por los aviones Hawker Hunter que bombardearon La Moneda en 1973. Esos registros de la historia reciente conviven en el hielo con otras partes de nuestra historia hasta tiempos impensados. En esa profundidad existen memorias, pero a la vez son vulnerables al deshielo que se produce permanentemente como efecto de la crisis ecológica. Pero esta es una fuerza que no puede resistirse a desaparecer. Yayo Herrero propone lo importante que es reducir la huella ecológica humana sobre la tierra, para restaurar, en la medida de lo posible, el funcionamiento de los ecosistemas para que la continuidad de la vida sea un proyecto viable (2021), una de las alternativas sería ver más allá del capitalismo y hacernos cargo del mundo, lo que podría significar hacernos cargo de nuestra extinción como un aporte a la vida en la tierra. Aquí resuenan los eslogans de Donna Haraway “Hagamos vínculos no bebés” (Make kin not babies) y también “somos compost”, recordándonos el rol de nuestros cuerpos extintos en el mantenimiento de los ciclos de la vida.
El trabajo de Alejandra propone pensar estas cuestiones desde las representaciones de los fósiles, donde nos llegan preguntas que exceden el territorio de las ciencias y exploran sensaciones. Porque también el arte permite difuminar esos bordes rígidos de la divulgación de la ciencia para generar una alternativa, en este caso ella apela a una relación kinético-visual-auditiva, desde una reflexión crítica colectiva de los nuevos medios con los que trabaja.
Pensamos entonces en la potencia de la representación junto a la re-sensibilización de nuestros cuerpos, pasar la crisis por nuestros cuerpos con otras herramientas sensoriales posiblemente sea un camino para un cuidado radical de lo tenue que aún nos queda imaginar.
Bibliografía
Haraway, Donna. Seguir con el problema, Bilbao: Consonni, 2019
Herrero, Yayo. Los cinco elementos. Una cartilla de alfabetización ecológica, Madrid: Arcadia, 2021
Tsing, Anna. Ensamblajes multiespecies en el Antropoceno, Viña del Mar: Mímesis, 2023
Vindel, Jaime. Estética fósil. Imaginarios de la energía y crisis ecosocial, Madrid: Arcadia, 2020
Citas
- La artista alemana Hito Steyerl, en su capítulo titulado “Desaparecidos: entrelazamiento, superposición y exhumación como lugares de indeterminación” (Caja Negra, 2014) y la exposición colectiva de la RedCsur titulada “Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina” (MNCARS; 2012) son dos producciones que permiten pensar en las formas de visibilizar mediante diferentes tipos de representaciones, los casos de personas desaparecidas, formas de violencia estatal o dominación fascista. ↩︎
- PROYECTO PROFUNDA CONEXION FOLIO N° 622901 Fondart de Trayectoria en Artes Visuales de
Alejandra Pérez (2022). ↩︎ - Dalziel 2014; Eagles et al. 2014 en Bárbara Vento, Federico Agrain & Griselda Puebla (2024) Ancient Antarctica: the early evolutionary history of Nothofagus, Historical Biology, 36:1, 136-146, DOI: 10.1080/08912963.2022.2150549 ↩︎
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