Huesos de Solidaridad Internacional. No es un Fénix.

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¿Qué es la solidaridad y cómo hacerla? La palabra resurge. Quizás no tanto un ave fénix sino como una colección de huesos que perduraron. Carbonizados, empolvados y olvidados, vuelven a encontrarse. Cuando el mundo se agita en las ráfagas del mal, intentamos dar sentido a través de la adivinación de los huesos. Extraer del pasado hacia el futuro posible. Entonces, ¿qué es la solidaridad y cómo re-hacerla?

Se sabe que el término solidaridad surgió en conexión con las luchas obreras en el siglo XIX, y marcó el siglo XX con su infiltración en las esferas políticas y diplomáticas 1. Es un hecho, lo personal es político y viceversa, pero ¿cómo retomar la solidaridad que ha sido cooptada por lazos diplomáticos impuestos? ¿Cómo hacer personal la política al margen de la geopolítica? 

En la región de la que vengo, conocida como Europa del Este, o de otro modo, Estados bálticos, la solidaridad internacional en el siglo XX estuvo asociada en gran medida a la autoridad impuesta por el Estado. Aunque se crearon lazos internacionales y se materializaron intentos de solidaridad, rara vez se tradujeron en verdaderos esfuerzos por parte de los propios pueblos. Es justo decir que esto se debió en mayoritariamente a que el mediador fue el Estado. Las conexiones, conversaciones y encuentros fueron estrictamente controlados, creando una mera fachada de unidad. Una tarea vacía y obligatoria se convirtió en una palabra que no acababa de llegar a los corazones y las mentes de los implicados. Por ejemplo, durante la época de la diplomacia internacionalista de la Guerra Fría, en los festivales de cine de la URSS patrocinados por el Estado, como el Festival Internacional de Cine de Moscú o el Festival de Cine de toda la Unión, aunque se proyectaban películas internacionales que reflejaban problemas agudos de sus mundos, se separaba a los participantes e invitados internacionales de los locales, y se vigilaban estrictamente sus encuentros. Una solidaridad en la niebla, donde la gente se toma ciegamente para conectar en un plano personal y no sólo político. 

Sin embargo, existe otro ejemplo, que dio lugar a un rico tapiz de conexiones caóticas entre los participantes locales e internacionales. Este festival se conoció primero como Festival de Cine Afroasiático de Tashkent (Uzbekistán) y, más tarde, simplemente como Festival de Cine de Tashkent. Por supuesto, el festival tenía que cumplir con su deber como evento oficial patrocinado por el Estado para aumentar la influencia soviética en el nuevo mundo poscolonial, pero al festival de cine de Tashkent se le dejó en gran medida evolucionar por su cuenta y fuera de la atenta mirada autoritaria. Existía en su periferia. Los verdaderos esfuerzos de solidaridad se produjeron de forma orgánica, durante el encuentro fuera de horario, en el que la hospitalidad uzbeka ocupó el escenario principal. La gente se mezclaba, hablaba, discutía, comía, bebía y bailaba. Los verdaderos esfuerzos solidarios también se produjeron durante los errores de traducción y comunicación, como en el trabajo de los traductores simultáneos, y su capacidad y a veces incapacidad para captar las palabras y su interpretación a partir de las imágenes. Desde un punto de vista poético, por no decir cómico, esas piezas mal traducidas a menudo servían de punto de encuentro de culturas contrarias, y daban lugar a algo bastante único en ese momento concreto. Una amalgama de significados, a menudo vitoreada o abucheada por una participación activa del público.

Para muchos invitados occidentales, que venían a ver lo que entonces se denominaba «el cine del tercer mundo», tales escenas de caos, mala traducción y mala comunicación, aclamadas además por el público entusiasmado, eran totalmente extrañas, fuera del enfoque y comportamiento respetables en otros festivales de cine 2. Pero me atrevería a decir que, si bien los eventos internacionales u oficiales patrocinados por el Estado tenían el cuerpo – o la fachada-, no tenían el alma; el alma surgía allí, donde los extremos no acababan de encontrarse. El público del festival de cine de Tashkent consiguió crear un espacio donde vivir las diferencias, en lugar de observarlas. Esta alma de múltiples tensiones apareció también en otros cines del mundo, por ejemplo a finales de los años 60 en Egipto o en Líbano (Trípoli para ser más exactos), donde los jóvenes espectadores eran conocidos por participar en las películas silbando o intentando luchar con el héroe principal de la pantalla. Un cine en Egipto, donde se proyectaban películas de propaganda soviética, se convirtió en un lugar de renombre al que acudían los enamorados. Bajo la luz de mensajes didácticos de un mañana más brillante, las parejas se besuqueaban, haciendo sus propias versiones del día venidero. Tal vez esté lejos de los resultados pretendidos por el Estado autoritario, pero no deja de ser bella manera en una forma atractiva de que las historias puedan unirse3

Estos momentos de errores de traducción, acciones contradictorias y resultados imprevistos no son fruto de la negligencia, sino más bien del afán por encontrar sus propias formas de relacionarse con un material que a menudo les resulta ajeno, en los múltiples sentidos de la palabra. Encontrarse en algún punto intermedio y relacionarse con el mensaje y el mundo retratado. Participar activamente, lidiar con el significado o una situación difícil de comprender, y no permanecer como observadores pasivos en una torre de marfil. Y posiblemente, tener de banda sonora una cita amorosa de alguien no sea tan malo después de todo. Al fin y al cabo, la propaganda estancada se transformó en una experiencia mucho más personal que permanecerá.

La palabra en cuestión deriva del latín solidus, que se refiere a ser un todo – una suma completa y aquí es donde se esconde la falacia de esta «palabra como acción». Nos promete algo inalcanzable, pero sobre todo, presenta una definición homogénea de lo que es la solidaridad. Una fachada monolítica, impenetrable, opaca. Semejante a un apretón de manos diplomático: solemne, posiblemente con algún que otro chiste constreñido. María Berríos, en su definición de solidaridad para el Glossay of Common Knowledge [Glosario del conocimiento del común] alude a empalmar el todo y liberar las múltiples historias que se guardan en su interior 4. Sostiene que sólo entonces las relaciones no se producen en un círculo cerrado, delimitado por muros geopolíticos, sino entrecruzándose a izquierda y derecha, y revelando todo tipo de encuentros complejos. La solidaridad no pretende ser fácil ni cómoda. Pero, sobre todo, no pretende ser homogénea. El acto de «empalmar el todo» pretendía liberar las múltiples relaciones, así como las múltiples formas de solidarizarse, lejos de las fachadas de atención diplomática iniciadas por el Estado. 

Encontrar a alguien en su diferencia o vivir la diferencia es lo que requiere la solidaridad internacional. Nuestro dolor nunca será el mismo, ni tampoco las circunstancias que lo causan. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es la solidaridad y cómo hacerla? Son muchas las cosas que nos separan. Diferentes mundos, realidades, brechas en la tierra y en el pensamiento. Mi mente se desplaza a ese verano, cuando, en una pequeña ciudad de Italia, 12 participantes se reunieron para una residencia bajo la premisa de Moasherat (مُ عاشِ رات) que significa cohabitación en árabe. La residencia corrió a cargo de Fehras Publishing Practices (Sami Rustom, Nancy Naser Al Deen y Sina Ahmadi), invitados a Italia por la curadora italiana Chiara Cartuccia. Durante 12 horas al día habitamos el espacio, desde cocinar hasta bailar también, pasando por compartir nuestro dolor. El ejercicio de abrir la fachada de «mantenerlo todo unido» fue realmente catártico. Pero también resultó muy incómodo, vulnerable y embarazoso ….

La mayor parte del dolor parecía y sigue pareciendo irrelevante en la oscuridad del genocidio en Gaza que llena a diario nuestros teléfonos. Sin embargo, me pareció importante revelar el dolor, por grande o pequeño que fuera, para poder sentarme, no sólo con los incómodos sentimientos de vulnerabilidad, sino también de liberar el dolor para que exista en el enredo de todos los diferentes. Al observar las relaciones del dolor entrecruzándose, mutando, me resultó muy difícil desentrañar lo que realmente estaba ocurriendo. Me costó aún más procesar los resultados. Para empezar, el miedo, la rabia y la culpa estaban demasiado presentes. Sentarme en esta incomodidad me llevó a procesar los resultados a largo plazo. En la actualidad, aprecio mucho a las personas con las que compartimos «el momento de empalmar el todo» y moasherat, porque, compartiendo lo incómodo, aprendí mucho. La solidaridad, al parecer, no es lo que se ve a simple vista, y no viene en forma ideal y definida.

Quizá por eso fracasan las solidaridades de Estado u otras solidaridades basadas en el poder: se basan en la simplificación y la unificación más que en mantener la diferencia. Volviendo atrás en el tiempo, cuando la URSS inició los esfuerzos de solidaridad internacional, el Sur global veía a la URSS como una fuerza positiva, dada su postura contra el imperialismo estadounidense. Esto es ciertamente contradictorio con las perspectivas de los territorios ocupados, como los Estados bálticos. La idea de la solidaridad en los territorios bajo ocupación soviética se impuso de arriba abajo, pareciendo más una cuota que una iniciativa popular. Sin embargo, ¿qué pasaría si abordáramos de nuevo estas relaciones establecidas en el pasado, lejos de dinámicas autoritarias de poder? ¿Podría revivirse esta solidaridad o relación pasada entre el Sur Global y Europa del Este? ¿Todo ello situándonos en puntos de partida diferentes a los antiguos lazos de solidaridad?

Lejos de los esfuerzos diplomáticos, de la solidaridad como un «todo» igualador y redondeador, surgen del pasado pequeñas iniciativas de base, tal vez esos huesos que se negaron a arder. Tal vez sean pequeñas y olvidadas, pero señalan algo importante: una constelación histórica o solidaridad en el tiempo. Constituyen iniciativas puntuales alejadas de las normas impuestas por el Estado que se unieron para formar un mayor sentido de justicia para un mundo liberado de la opresión y la explotación. Tomemos dos ejemplos de iniciativa propia que tuvieron lugar durante la Guerra Fría, en los años 60 y 70, al margen, o al menos en la periferia, de los esfuerzos diplomáticos regulados por el Estado. En Francia, una asociación con el nombre de Jeune Peinture -un sindicato de artistas figurativos en la época del arte abstracto francés- se dio a conocer como una organización de artistas con motivaciones políticas. Sus miembros trabajaron en solidaridad con los pueblos de Vietnam, Cuba y Palestina, y ellos mismos se esforzaron por colaborar activamente con ellos. En medio de la moda de la abstracción estética, trabajaron contra el arte que «existe fuera del mundo real y no puede verse afectado por la lógica de la sociedad». 

En la antigua Yugoslavia, los estudiantes del Centro Cultural de Estudiantes (SKC) de Belgrado organizaron múltiples actos en solidaridad con las causas de liberación de todo el mundo. Un acontecimiento importante fue la Semana de América Latina, en la que los estudiantes invitaron a varios miembros de grupos guerrilleros de toda América Latina para que hablaran de su lucha contra el neocolonialismo. Es importante señalar que el evento tuvo lugar cuando el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) dio un paso atrás en la política revolucionaria y se dedicó a equilibrar las potencias mundiales. Como consecuencia, la actividad del SKC no se ajustó a las posiciones oficiales del Estado. A pesar de ello, el evento consiguió reunir a personas de América Latina dispersas en el exilio, y no sólo presentar su causa al público local, sino también brindar una oportunidad de encuentro a disidentes de la diáspora que, de otro modo, se mantendrían separados. En los actos celebrados a lo largo de la semana, el cine desempeñó un papel muy importante: se presentó y debatió un Tercer cine como alternativa al cine de Hollywood apolítico, neocolonial, basado en el entretenimiento y alejado de las realidades del mundo latino. A menudo de carácter experimental, estas películas buscaban lenguajes locales para conectar con el resto del mundo, no a través de la asimilación, sino retratando su diferencia.

Del mismo modo, en la actualidad, en la época de los conflictos y del mapeo gubernamental de nuevos aliados, resulta importante buscar y aún más -convertirse- en tales iniciativas puntuales fuera de las normas impuestas por el Estado. No todas serán iguales, no todas presentarán cuestiones que uno pueda equiparar, pero al estar ahí, compartiendo el dolor (y la alegría), lo más probable es que emane algo fuera de la homogeneidad de la geopolítica internacional. El programa del festival de videoarte e imagen en movimiento Videogramos’24 espera volver a tratar estos huesos calcinados de solidaridad iniciados por estados socialistas y solidaridades internacionales fuera de la hegemonía occidental, y volver a ensamblarlos. 

Notas

  1. Rasha Salti y Kristine Khouri (ed.), Past Disquiet ; artists, international solidarity, and museums-in-exile Varsovia, Muzeum Sztuki Nowoczesnej, 2018. ↩︎
  2. Masha Salazkina, World Socialist Cinema. Alliances, Affinities, and Solidarities in the Global Cold War, California, University of California Press, 2023. ↩︎
  3. Ifdal Elsaket,, Daniël Biltereyst, Philippe Meers, Lúcia Nagib, Julian Ross (eds.), Cinema in the Arab World: New Histories, New Approaches, London, Bloomsbury Academic, 2023. ↩︎
  4. María Berríos, “Solidarity and storytelling. Rumours against enclosure” en Glossary of Common Knowledge, L’Internationale, 2019, accessible en línea en: https://glossary.mg-lj.si/referential-fields/solidarity-2/solidarity-2 ↩︎

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