Territorios en resistencia, Cooperativa La voz de la mujer, Buenos Aires, diciembre 2020

Que nuestros relatos se entretejan
Territorios en resistencia

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Queridas comunidades, pueblos y territorios en lucha y resistencia (aquí y allá),

quisiera partir por saludarles y desearles lo mejor para estos tiempos difíciles. Sin embargo también quiero ser enfática, para muchos pueblos todo tiempo ha sido difícil en el marco del entretejido de opresiones (capitalismo, patriarcado, colonialismo y extractivismo).

Les escribo porque hoy, más que nunca (o quizás como siempre), debemos entender que la normalidad era el problema y no la pandemia. Que la crisis ecológica, social y sanitaria es producto de una forma histórica de dominación hacia los pueblos y la naturaleza, y que por lo mismo esta normalidad neoliberal es lo que debemos derrumbar en Chile y en el mundo entero. 

Hace unos meses escribí «La criminalización y el miedo hacia el pueblo mapuche como instrumentos políticos del Estado chileno», artículo publicado en esta misma revista, y quién iba a pensar que esas letras desplegadas iban a cobrar tanto sentido luego de un ataque racista en Wallmapu en agosto del 2020, en que comuneras y comuneros mapuche fueron desalojados de manera violenta del Municipio de Curacautín, tanto por parte de las fuerzas represivas como de grupos ultraderechistas de la zona que gritaban “el que no salta es mapuche”. 

No podemos olvidar que la toma de ese municipio junto a otros en Wallmapu fue parte del accionar para visibilizar la huelga de hambre de comuneros mapuche exigiendo la libertad de sus presos políticos, la aplicación del convenio 169 de la OIT y el retorno del Machi Celestino Córdova a su rewe -espacio ceremonial donde se provee  energía vital para sanar-, que se encuentra cumpliendo una condenada por el caso Luchsinger-Mackay.  Este matrimonio latifundista muere producto de un incendio en su vivienda, y como en otras causas penales mapuche, lo que primó (?) fue más la criminalización hacia al pueblo mapuche, y en particular hacia una autoridad ancestral, que la presentación de pruebas. 

La normalidad de la persecución, el hostigamiento y la violencia represiva en territorio mapuche continúa. Ahora se reprime sumando una medida, el de una política sanitaria, que nos amarra a un estado de emergencia en el marco de la pandemia que durará por lo menos hasta el 2021, por lo que más que una medida de cuidado estamos ante una política represiva a nivel (pluri)nacional. Por otra parte la huelga de hambre de una veintena de presos políticos mapuche nos recuerda cómo, en contexto carcelario, los cuerpos devienen el único territorio posible de resistencia.

Las formas coloniales del racismo se siguen perpetuando desde el Estado y a través de diversas prácticas cotidianas, sobre cuerpos racializados y despojados, mediante la intensificación del extractivismo y la militarización de los territorios. Esta es la normalidad tan anhelada por quienes han detentado el poder hegemónico desde el Estado y las empresas privadas.

Y el dolor y la rabia se acrecientan ante la violencia histórica por parte del Estado en Wallmapu pero también hacia otros pueblos movilizados. El viernes 02 de octubre, nuestro primer viernes en el marco del inicio del mes de octubre, donde conmemoraremos un año de la revuelta, Antony, de 16 años, fue lanzado al río Mapocho por un carabinero desde el Puente Pio Nono, en las cercanías de la Plaza de la Dignidad, en Santiago. Les debo contar que está fuera de peligro y que su historia revivió nuevamente nuestra revuelta.

Nuestras luchas, las de ayer y de hoy, refieren a salir de esa normalidad, y como dijeran las y los zapatistas creando un mundo en que quepan muchos mundos, en que nuestros horizontes de cambio estén a la medida de nuestros sueños e imaginación, y no a la medida de lo posible dado por esos marcos de normalidad. 

Quisiera pensar que nuestros horizontes compartidos son plurinacionales, feministas, por los derechos de la naturaleza y una justicia ecológica restaurativa. La plurinacionalidad a la que aspiro es pensada desde los territorios, y no desde el Estado, en la que nos podamos articular diversas comunidades políticas desde un apoyo mutuo, y no sólo desde una política de reconocimiento, entre pueblos originarios, afro, migrantes, comunidades campesinas y sectores urbanos populares.

Nos pienso como polifonía, en que a partir de la coexistencia simultánea de muchas voces construyamos un relato sonoro común, pero sin perder nuestras propias prácticas y sonoridades. No es un camino sencillo pero no hay duda que existen amplias experiencias que han permitido trazar ese horizonte posible.

Me despido por ahora. Espero escribirles pronto contándoles de nuestras revueltas, insurrecciones, y también espero leerles y que nuestros relatos se entretejan.

Ah, y no olviden que “ninguna democracia se puede levantar sin terminar primero con tanta impunidad”, frase que nos ha acompañado en todos estos años de post-dictadura en diversas movilizaciones.

#ArribaLxsQueLuchan

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