Sector Playa Ventanas, acción “ Sin Tierra, Sin Agua, Sin Cielo”. Febrero, 2018
Sector Playa Ventanas, acción “ Sin Tierra, Sin Agua, Sin Cielo”. Febrero, 2018.

Dé_Tour [etnografía y derivas]
Investigación expandida en territorio Aconcagua

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Más que nuevas críticas, son nuevas cartografías lo que necesitamos. Cartografías no del Imperio, sino de las líneas de fuga fuera de él. ¿Cómo hacer? Necesitamos mapas. No mapas de lo que está fuera del mapa. Sino mapas de navegación. Mapas marítimos. Herramientas de orientación. Que no buscan decir, representar, lo que hay al interior de los diferentes archipiélagos de la deserción, sino que nos indican cómo llegar a ellos. (¿Cómo Hacer?, Tiqqun)

I _  Investigación expandida como experiencia artística

Si la democracia liberal chilena no ha sido más que la continuación de la dictadura por otros medios, los efectos de la devastación parecen diluirse en la superficie de lo real. Nada es más devastador que la naturalización de la violencia ejercida como poder sobre otrxs y, en este sentido, nada es más peligroso que la sumisión silenciosa a las coordenadas dictadas por un estado de excepción, guerra permanente en la que se inscriben los códigos de control y acumulación.

En este momento en el que podemos sentir el intento por esconder la vida o la inminente subsunción de la vida hacia una categoría definible como capital humano, resulta imprescindible la negación frente a esta vida capturada. La entropía no puede ser la totalidad de nuestros días, existe allí afuera un pasado que ha sido estallido de nuestras fi(a)cciones futuras. En los Andes, la historia es una constante reconstitución, es un principio vivo y se expresa en el concepto de Quip Nayra (Rivera Cusicanqui, 2015) [1], cuya traducción literal es pasado-futuro, una integración de la memoria contenida en ese pasado-futuro para caminar el presente. El concepto constituye una forma de conocimiento fundamental del pensamiento y principio andino, específicamente el aymara, así como un principio de observación no lineal en sintonía con formas de pensamiento no normativas y en negación ante el imperio del pensamiento único; su pertinencia radica en ser un recordatorio inicial acerca de cómo descolonizar la lengua y el tiempo. El Quip Nayra representa una descolonización epistémica, sin duda, a la vez que un indicio clave de la mirada precolonial, una mirada que es capaz de interrogar o evocar el pasado para dar forma al futuro. 

En este sentido, el intento de este escrito apunta a la proximidad con ese conocimiento que vibra en el pasado para visibilizar las condiciones de vida presente, así como a la negación capaz de deconstruir la operación de montaje de la historia. Esto abriría un campo de posibilidad para el pensamiento crítico desde un conocimiento que, en palabras de Francisco Varela (2000), puede entenderse como enactivo; es decir, una forma de conexión contextual que nos vuelve a integrar con el objeto de estudio o, más bien, lo diluye.

A la par de estas reflexiones, se ha ido articulando un archivo visual y documental en torno a la devastación de las formas de vida en la zona central del Chile, así como en torno a las luchas individuales y colectivas que se oponen al modelo cultural del régimen actual. A esta investigación la nombro Archivo Abyecto, valpop contra visual [2].

En principio, la voluntad de generar un archivo de la abyección implica una reflexión sobre el lugar del documento en relación a las culturas visuales y, más concretamente, a los regímenes de visualidad de los nuevos paisajes culturales en el contexto de las mutaciones geopolíticas y cognitivas del capitalismo tardío. Anclado en una historia que se remonta a las primeras fases de la colonización, el Archivo Abyecto indaga en las actuales formas de cosificación de las mercancías en tanto narrativas del progreso, la devastación de la naturaleza y la crisis interna. Así, el archivo pone su mirada en zonas políticas situadas en los bordes de la representación, intersticios sociales que han sido expropiados o están en vías de ser expropiados por las redes de infraestructura capitalista en su fase final. Como señala Anselm Jappe en su análisis Reforestar la imaginación:

Ya no vivimos en un capitalismo ascendente y triunfante, sino en un capitalismo en fase de declive. Al reducirse, el capitalismo no deja más que islas en las que aún puede funcionar una reproducción normal en términos capitalistas, mientras que cada vez más regiones del mundo se ven abandonadas a su suerte: no sólo países enteros, sino también vastas zonas en el interior de los países llamados desarrollados. (Jappe, 2015: 56)

A partir de este trabajo documentativo, la investigación expandida adquiere una dimensión fundamental como experiencia artística donde se cruzan los campos de reflexión de los estudios visuales (Brea, 2005), la dimensión política de los imaginarios urbanos (Delgado, 2007) y las estrategias de negación crítica de las prácticas contemporáneas (Brea, 2008), abriendo la posibilidad de una praxis donde el arte y la cultura visual sean mapas de ruta para observar y decodificar las coordenadas del proyecto moderno. Estos elementos, además, nos permiten discutir la pertinencia de resituar el cuerpo como un espacio de ruptura con una episteme eurocéntrica [3], interrogando las condiciones de posibilidad de la obra artística dentro de un marco de inteligibilidad occidental.

Es preciso reconectar con la dimensión abyecta de nuestros propios archivos, observar, ante todo, los mapas usados por los conquistadores para recoger los restos enterrados en la tierra de nuestra propia existencia. Mirar, una vez más, el lugar abyecto que nos permitirá comprender la convergencia de los múltiples dispositivos biopolíticos; así como el alcance de la trama global de las redes de infraestructura estratégicamente encadenadas y su estrecha relación con el avance de este desierto humano.

En el marco de esta investigación, desde la relación directa con los entornos y a partir de la memoria y el documento –murales, informes, fotografías, mapas, entre otros– la experiencia situada ha sido fundamental para articular el programa Dé_tour [etnografía y derivas] en tanto investigación expandida que se entiende cómo proceso colectivo e individual donde el cuerpo y la mirada intentan situarse más allá de la experiencia estética del paisaje. 

Observando la manera en que el capitalismo ha programado un modelo y finalmente un ecosistema que gestiona el territorio, los diversos escenarios de reorganización del mundo nos permiten repensar la noción de movilidad al interior del fenómeno turístico –entendiendo éste como parte de una red de encadenamiento global que impulsa la homogenización a partir de la diversidad–, donde la experiencia del mundo se nutre de representaciones y apropiaciones construidas que estandarizan el flujo de la experiencia.

Lo anterior termina por establecer nuevas y cada vez más específicas políticas de uso de los entornos vivos; transformando el paisaje de nuestras relaciones, prácticas, rituales e intercambios afectivos a través de pautas dirigidas desde una profunda dimensión colonialista. En este sentido, se propone cómo un estudio sobre las políticas de representación presentes en las tensiones operativas de la gobernanza capitalista, específicamente en el territorio chileno actual.

El hecho de que el viaje haya sido un componente esencial de la economía, instrumento y vector determinante de la colonización y el dominio durante las primeras cruzadas nos obliga a indagar en las imágenes que han dado forma al relato histórico de aquel viaje de conquista inicial, permitiéndonos comprender hasta qué punto este se reactualiza en el presente. En este sentido, el flujo que mueve este proyecto de arte que camina se ubica en la perspectiva de la crítica decolonial y el antidesarrollismo. A partir de la observación directa, el viaje situado ofrece la posibilidad de encarnar la experiencia del cuerpo y el tiempo en nuestras propias prácticas visuales, permitiéndonos re-pensar las capas y relaciones de poder que constituyen la morfogénesis de los modelos urbanos desde los cuáles se está reconstruyendo gran parte de la memoria social, visual y política de Abya Yala, así como las lógicas de poder que han sido necesarias para gobernar el territorio. Lógicas –estas últimas– que operan fragmentando, codificando y segregando las formas de vida, gestionando las fuerzas productivas o realizando lo que, en otras palabras, podríamos definir como la segmentarización y la separación de los cuerpos que importan de áquellos que no. 

Este escrito se propone como un despliegue de las primeras experiencias en torno a la investigación expandida y el relato de las tres derivas psicogeográficas realizadas entre el 2017 y el 2018 en la zona del bajo Aconcagua, específicamente, en el valle de Quillota, en los contornos de la ciudad de Valparaíso y en la zona costera de Puchuncaví-Ventanas. Después de describir esta zona, las derivas son descritas en tres momentos: La invención del paisaje; Flujos, márgenes y pliegues; y Sitio, memoria y lugar. El objetivo ha sido situarnos al interior de los espacios, desplazando nuestro propio habitar en ellos, indagando en la memoria y los significantes que el avance o la última avanzada del capitalismo y el neoliberalismo han hecho emerger.

II. Imaginarios neoextractivistas (región de Valparaíso como caso de estudio)

En el contexto específico de la zona central de Chile podemos observar los indicios del entrelazamiento escalar implicado en la transformación ontológica y geopolítica de la región en su totalidad. A partir de 1982, con el auge del contenedor, la ciudad puerto de Valparaíso inició un proceso de modernización mediante el cual se construyeron explanadas, se adquirió equipamiento y se cambió el sistema de operación portuaria, incorporándose finalmente el sector privado a las operaciones de movimiento de carga y descarga en el puerto chileno. Este desmantelamiento de las actividades portuarias clásicas a través de nuevos regímenes de gestión productiva desencadenó no sólo la devastación de un área de producción básica en la economía local y estatal, sino también el socavamiento de las bases que habían dibujado las relaciones sociales en la esfera pública durante todo el siglo XX y que aún hoy tensionan las dinámicas laborales y sindicales en la ciudad.

Posteriormente, a partir del nombramiento de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad en el año 2003 por la Unesco, la emergencia de una nueva economía de servicios fortalece a la ciudad turística, provocando un escenario de profundos cambios y puntos de fricción, principalmente en relación al destino de su borde costero. Esta modernización de la actividad logístico-portuaria establece una reconfiguración territorial y un nuevo ecosistema productivo asociado a su doble dimensión como capital cultural y regional. Actualmente, Valparaíso se ubica como enlace estratégico en el contacto entre el mercado liderado por China y el Mercosur, sumado a las nuevas implicancias que traerá el eje entre Buenos Aires-Valparaíso, según la nueva segmentación que impone el mapa económico-gubernamental de IIRSA [4].

A partir de estas transformaciones –condensadas en las últimas décadas–, se advierte una reorganización a gran escala tanto de la ciudad como del extenso territorio interior de la región. Las sólidas tramas de enlace que propone IIRSA y que por ahora sólo podemos advertir cómo un futuro programado (que comienza a manifestar sus primeras consecuencias como modelo y que ha tenido variadas modificaciones a lo largo del tiempo, siendo una de las más significativas el debilitamiento de la alianza UNASUR), reorganizando Latinoamérica en 10 ejes de Integración y Desarrollo. 

Estas nuevas redes territoriales difieren enormemente con las formas de relación intercomunal prehispánicas, altamente receptivas e integradoras, cuyo gesto expansivo conocido como reciprocidad –propio del mundo andino– implicó un orden de sociabilidad y economía (precolonial) estratégica, aplicada fundamentalmente en la reproducción y la sobrevivencia como sistema cultural. Esa antigua forma social, que implicaba dar esperando una retribución equivalente al gesto, podría ser considerada como una primera fase política de complejización del entramado logístico a través del rito. Sin embargo, su diferencia radical es que ninguna avanzada expansionista precolonial puso en entredicho la vida cómo prolongación de la existencia social. Estas antiguas forma de redes viales, redes afectivas y estratégicas, configuradas como extensos corredores bioculturales permitieron el florecimiento de innumerables formas de pensamiento estético y político de carácter ahistóricos.

Esta idea toma aún más fuerza cuando se observa el entorno inmediato, por ejemplo, el espacio costero de la región de Valparaíso, perteneciente a la amplia zona del bajo Aconcagua, donde se destaca la coexistencia de múltiples escalas ecosistémicas, redes de subsistencia y prácticas extractivas. Valparaíso es parte de un corredor biológico conectado a los valles y cordilleras centrales y su espacialidad da cuenta de ese tránsito. En medio de la ciudad, se encuentra la quebrada Cabritería, ubicada entre los cerros Barón, Rodelillo y Placeres, perteneciente a un gran bosque esclerófilo autoregulado por cientos de años y que está conectado a los valles que se acercan a la costa desde el interior. Su extensión, fragmentada por la ciudad, aún permite observar su persistencia a través de miles de ciclos climáticos, ciclos que han dado forma a vidas endémicas como la Jubea Chilensis (palma), el boldo, el quillay, el peumo y una infinita variedad de plantas y hierbas que sostienen el equilibrio de otros pequeños reductos bioculturales al interior de la ciudad (Hoffman, 1998).

El vestigio de aquel gran bosque da cuenta de los grados de relación entre formas y tiempos de existencia disímiles, mediadas en la actualidad por lógicas de consumo y legibilidad que han tendido hacia un funcionamiento que explota racionalmente los ecosistemas. Esta excesiva racionalización puede entenderse desde una perspectiva escalar, donde encontramos que si bien fue el proceso de universalización lo que dibujó la forma actual de Valparaíso, fue durante la primera ola de colonización española en Chile el momento en que la bahía se transformó en ruta de salida de las mercancías humanas y no humanas extraídas de la tierra. El lugar, que en ese entonces era nombrado por sus habitantes como Alimapu, tenía una bahía donde hoy día se encuentra la plaza Echaurren, llamada bahía de Quintil. Su privilegiada situación topográfica le permitió durante el siglo XV tener una fuerte presencia en el proceso fundacional de las nuevas tierras conquistadas por Pedro de Valdivia para la corona española. En este proceso podemos encontrar dos momentos que funcionan como imágenes claves del emergente proceso de gobernanza local en los inicios de la colonia: uno es 1536, fecha en que se realiza la primera expedición de Juan de Saavedra a las costas del Océano Pacífico; el segundo momento es 1544, cuando Valdivia declara a Valparaíso como puerto de Santiago (Ugarte, 1910). A partir de aquí, ese antiguo mundo costero de la bioregión de Valparaíso ve alterada sus rutas de encadenamiento entre culturas locales y comienza a forjarse una historia de mestizaje y usurpación que ha tenido como consecuencias la pérdida de saberes y la reproducción de la violencia colonial hasta el presente. 

De acuerdo a entrevistas sostenidas con investigadores locales como el arqueólogo Charles Garceau, podemos barajar hipótesis sobre el paisaje existente a la llegada de los españoles. La amplia bahía oceánica estaba poblada en diferentes puntos por changos, pequeños grupos de indígenas pescadores y nómadas que ocupaban los valles y la costa y que dependían de Tanjalonco, señor de los indios de Quillota y del curso inferior del río Aconcagua –alrededor de este río habitaron culturas preincaicas que alcanzaron una considerable densidad de población desde por lo menos 2000 años-. Los changos fluctuaban entre las costas y los valles centrales y, mucho antes, entre el 200 AC y el 800 AC, lo hicieron las primeras comunidades alfareras Bato y Llolleo, que habitaron el curso inferior y superior del río Aconcagua. Este curso llamado del Conconcagua o Aconcagua es el punto de anclaje de ocupaciones culturales diversas y sucesivas que germinaron a los alrededores de la ruta fluvial que atraviesa de este a oeste la región de Valparaíso. 

La cultura Bato estuvo presente en toda la zona costera desde la desembocadura del río Petorca hasta al río Maipo y por el Valle Central hasta el río Cachapoal, caracterizándose por su movilidad entre los valles centrales y las costas de Con-Con, que es donde desemboca el río. La relación con el entorno estaba, al parecer, profundamente unida a este principio de movilidad o condición nómada del cuerpo y la habilidad para interrelacionarse con otras formas de vida, intercambiando recursos marinos y agrícolas o a través de influencias estéticas y prácticas culturales, principalmente con pueblos nortinos, pero también con comunidades mapuches. 

Ya a fines del siglo XV, los habitantes de los alrededores del Aconcagua hasta la costa estaban profundamente influenciados por el Imperio Inca, que, en su expansión, estableció en el valle de Quillota el centro administrativo de la wamani (provincia) de Chile. El valle fue dividido en dos sectores: el alto u oriental, llamado Aconcagua y gobernado por Michimalonco, y el bajo u occidental, denominado Chile y señoreado por Tanjalonco; estableciendo mitimaes en varios puntos de la zona. Así, los habitantes fueron adquiriendo modos de vida semisedentarios y decantó lo que se denomina actualmente como cultura Aconcagua (900 DC a 1540 DC): cultura fundamentalmente agroalfarera cuyos asentamientos costeros, aunque menos conocidos, se ubicaban de preferencia en las terrazas litorales, a cierta distancia de las playas y más próximos a las desembocaduras de ríos o esteros. 

Quillota se había convertido, hasta 1536, en el centro administrativo de la provincia incaica comprendida entre los ríos Choapa y Maipo. De acuerdo a la cartografía actualmente conocida, este gran territorio central conecta naturalmente el norte y el sur de Chile, no sólo a través de ríos y cordones montañosos, sino desde influencias culturales y estéticas que afloraron como resultado de esta primera ola de dominación por parte del Imperio Inca en Chili, a finales del siglo XV.

Durante esta gran ocupación incaica del territorio centro y sur de Abya Yala, la cultura Aconcagua fue el epicentro social y económico del Collasuyu, mayor y más austral de los suyos del Imperio incaico o Tahuantinsuyo. Este punto nodal fue sostenido en gran medida por esa forma política de conquista que los incas llamaban mitimaes o mitmaq, con etnias quichuas, aymara, diaguita, entre otras y a través de la designación de yanaq-kuna o yanaconas asignados para prestar servicios y oficios en otros territorios, como parte de la organización del Tawantinsuyu. Los mitmaq o mitimiaes fueron grupos más o menos numerosos enviados, junto con sus familias y sus propios jefes étnicos subalternos de sus lugares de origen, a otras regiones para cumplir tareas o misiones específicas (Rostworowski, 1988: 244).

Los límites del wamani de Chile, cuyo centro político se encontraba específicamente en el valle del Aconcagua, se extendían desde el valle del Choapa por el norte hasta el Maipo o el Maule por el sur. La ruta por donde se extendieron los incas partía de la zona cordillerana de Petorca al norte de la región, conectando la zona central con el Cuzco a través del camino del inca o Qhápaq Ñam, que bajaba hasta los valles centrales desde Alicahue, pasando por el punto nodal de Quillota en dirección al río Marga-Marga. Esta ruta que parte en la zona aurífera de Petorca representa hoy un punto crítico del avance del desierto hacía el territorio central de Chile y ha sido declarada zona de escasez hídrica por el MOP (Ministerio de Obras Públicas). Este punto nos permite comprender y observar el escenario distópico que se levanta a partir de la reconversión estandarizada de las formas de vida territoriales hacia estructuras propias de ciudades genéricas funcionales al capitalismo, las que, en la actualidad, viven con mayor intensidad procesos de devastación a partir de modelos extractivistas. Es el caso de la zona Puchuncaví-Ventanas en la costa de la región de Valparaíso, uno de cuyos conflictos emblemáticos y de larga data es el originado hace cinco décadas por la instalación del Complejo Industrial Ventanas. Una primera termoeléctrica propiedad de la entonces empresa estatal Chilectra se instala en 1958 y, ya en 1964, comienza a funcionar en Ventanas la primera fundición y refinería de cobre de la ENAMI (Empresa Nacional de Minería). Precisamente en las comunas de Puchuncaví y Quintero en la actualidad se cuentan alrededor de 19 empresas altamente contaminantes y a sólo 20 minutos del sector encontramos la Refinería de Petróleo de Concón, hoy Refinería Aconcagua, puesta en marcha en 1954.

Este largo período de industrialización propia del siglo XIX, con una serie de contaminaciones masivas y derrames de petróleo en la costa, ha sido la razón por la cual se ha dado impulso a una serie de movilizaciones y formas de organización política en defensa de la tierra y contra la devastación. Según Ana María Vásquez Duplat, “el extractivismo es un modelo de ocupación territorial que busca desplazar otras economías al competir por la utilización de agua, energía y otros recursos, lo que genera dinámicas territoriales excluyentes y la emergencia de nuevos lenguajes de valoración del territorio” (2015: 3-4). Estos nuevos lenguajes de valoración han rearticulado los modos de vida y la subjetividad territorial de quienes habitan la bahía, que señalan como zona de sacrificio y fue declarada en 1993 por el Ministerio de Agricultura, mediante Decreto Supremo N° 346/93, zona saturada de contaminación. 

Otros conflictos de larga data se ubican hacia el norte de la región, en la provincia de Petorca, a raíz de la crisis hídrica agravada por la usurpación y la intervención de ríos y napas subterráneas para el monocultivo de paltas y cítricos, negocio vertebral de algunas familias y empresas instaladas en los valles transversales del alto Aconcagua. En la zona de Quillota y el sector interior de Limache principalmente, la biodiversidad se ve amenazada con la anunciada instalación de la termoeléctrica Los Rulos, propiedad de la empresa israelí IC Power y la gran carretera eléctrica Cardones-Polpaico. Esta línea de transmisión eléctrica es el mayor proyecto de transmisión en Chile con una extensión de 753 kilómetros, que unirá la III Región del país con la Región Metropolitana, pasando por las regiones IV y V.

No es difícil constatar que la apariencia neutral del discurso progresista de los actuales estados-nación esconde el sesgo ideológico del modelo global de extracción y agotamiento de los sistemas vivos. Uno de los principales efectos de la dictadura cívico-militar y la posterior modernización neoliberal ha sido la sistematica cooptación y fragmentación de las debilitadas organizaciones sociales, efecto de la prolongada dictadura chilena. La política de los consensos durante las décadas posteriores generó un  falta de perspectivas frente al asfixiante discurso de desarrollo, estabilidad laboral y movilidad social. Precisamente, esta moneda de cambio es la que ha puesto en la encrucijada vital a las comunidades, hasta ahora.

 El Plan IIRSA, los proyectos asociados al Terminal 2 del puerto de Valparaíso, la instalación de termoeléctricas en zonas declaradas reservas del biósfera o la privatización del agua, son formas contemporáneas de la violenta expansión territorial, pero  sostenida por siglos bajo la lógica de una colonización permanente.

III. Tránsitos, derivas y prácticas artísticas

Ni el espacio ni el tiempo son fenómenos posibles de comprender sin el punto clave de la encarnación (Varela, Thompson y Rosch, 1999: 2), es decir, en relación situada y  activa con la experiencia del presente, donde espacio y tiempo suponen la interfaz para el movimiento continuo del devenir humano.

Sin duda, son los desplazamientos, los tránsitos, la movilidad y los procesos de intercambio y conocimiento mutuo lo que, en relación a un conjunto de fenómenos –migraciones, flujos de capitales sociales, culturales y de mercancías, pero también movimiento de mitos, discursos y sistemas de valor–, han dado forma a un complejo entramado de datos y procesos informativos que han contribuido a la acumulación del sistema mundo. Esta logística adquiere en la actualidad una dimensión en la que el mismo fenómeno político y cultural del viaje deviene transferencia de segmentos productivos, es decir, individualizadas formas de valor fluctuantes entre un lugar y otro; reificación de las relaciones que ha tenido en el capitalismo global su momento de máxima expansión, transformando profundamente la percepción del mundo según la perspectiva y el lugar material en los que nos situemos.

A partir de esta certeza, podríamos afirmar que, en principio, la modernidad colonial tuvo como objeto de dominio el viaje y la conquista, y su principal herramienta, la exploración situada. Desde ese primer acercamiento, las imágenes construidas socialmente por Occidente –desde la invasión de Abya Yala hasta las nuevas formas del colonialismo en su contexto neoliberal– resultan fundamentales no sólo para leer el pasado, sino para entender la historia del capitalismo desde la representación.

La concepción del paisaje y la invención de una nación a partir de la observación de intención científica y artística realizada por exploradores como Claudio Gay, Amado Pissis, María Graham y Charles Darwin dio origen a los primeros mapas, así como a las diversas representaciones y recreaciones del paisaje realizadas durante el siglo XIX. Digamos que las genealogías construidas para dotar de identidad al continente han sido claves en la separación o distanciamiento con el saber de las antiguas culturas preincaicas y precoloniales. Se conformó así un sistema de pensamiento único que, a partir de imaginarios cómo paisaje, naturaleza, territorio o patria, no sólo ha escrito o mapeado las formas de gobernanza, sino también la episteme del sujeto histórico que habita el presente. 

La deriva, si bien lúdica, es una técnica que permite reconocer la manera en que los diversos ambientes presentes en el tejido de una comunidad o ecosistema van estableciendo modos de relación desde un nosotras con todas las formas de vida: es decir una exploración consciente del paisaje biopolítico, pero también una deriva interna.

Las derivas psico-geográficas como herramientas exploratorias han sido utilizadas por los situacionistas para desarrollar su crítica y entender cómo las comunidades o territorios de vida no existen solo en sus delimitaciones físicas. Esta técnica nos permite conectar con narrativas que se nutren de los intersticios, zonas donde nos volvemos a encontrar para interrogar nuestra idea de cultura y dilucidar los elementos que intervienen, modifican o alteran nuestros tránsitos cotidianos. Al ser capaces de reconocer los intersticios de la psico-etno-grafía, encontramos una herramienta para cartografiar las capas que subyacen invisibles a la mirada histórica, revelando una trama genealógica que tensiona las relaciones imbricadas en un territorio determinado. 

Precisamente, la pregunta que recorre esta investigación desde el arte es acerca de las herramientas y los usos que hemos de darles, ante la necesidad de escribir y caminar la historia desde la experiencia directa, como única posibilidad de desmontaje. Repensar nociones como territorio, paisaje y naturaleza en los entornos contemporáneos ha sido una estrategia aplicada como recurso estético y político en diferentes momentos de la historia, al menos desde que se vuelve a reconocer la influencia de las transformaciones urbanas y la gestión del medio ambiente como dispositivo ideológico capaz de contener el discurso que dibuja las fronteras cognitivas en la actualidad.

Fue durante los primeros años de la década del veinte que la corriente artística dadaísta experimenta con sus visitas-excursiones a los lugares más banales de París. La Internacional Letrista y la Internacional Situacionista aparecen a finales de los años cincuenta, y durante los sesenta, su integrante Guy Debord propone la teoría de la deriva, la psicogeografía y el détournement. Prácticas artísticas que pueden entenderse como tácticas de intervención cultural, o tal como las definió la Internacional Situacionista (1999), se tratarían de  comportamientos experimentales al interior de la sociedad urbana. 

A mediados de los 1990, el grupo Stalker crea lo que denominaron transurbancias, que serían una variación de la propuesta situacionista. Estos, sólo por nombrar algunos, son los principales referentes que permiten reconocer y dibujar una trayectoria teórica y práctica del andar como una herramienta estética y también política que las primeras vanguardias utilizaron como recursos (políticos y estéticos) para accionar, conocer y actualizar el conocimiento crítico; referentes que nos estimulan a reconocer, a través del andar, aquellas zonas de conflicto, tensión y encuentro que nos encarnan, mientras recorremos y habitamos las líneas imaginarias de la geografía psicológica de los territorios y sus relieves emocionales.

Mapa zonas de conflicto extractivista. Primera visualización de rutas del proyecto Dé-Tour

IV. Dé_Tour [etnografía y derivas]. Exploraciones realizadas durante el año 2017-2018, región de Valparaíso

1. La Invención del Paisaje. Caminata y deriva junto a Cesar Valencia.

Este valle de Aconcagua es mejor y mas abundoso que todos los pasados. Tiene tres leguas de ancho por las más partes, y por otras, menos. Tiene de la syerra al mar XX leguas. Tiene ovejas y mucho mayz y algarrobales. Corre por este valle vn rrio cavdaloso. Tienen sacado los naturales XX y dos açequias grandes para rregar todas las tierras que cultiuan y sienbran. Tiene pocos yndios que no pasan de mil y quinientos. Solia aver mucha jente.
Gerónimo de Vivar. Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile (1558)

El río Aconcagua resulta ser mucho más que un flujo transandino que atraviesa la tierra desde las alturas de los Andes hasta llegar a la costa. Desde la visión arcaica, el río es una extensión viviente de la fuente primordial de la que somos parte; un flujo de historia infinita, diría Eliseo Reclus. El agua del río, con su particular energía en movimiento, parece ser una onda entrelazada al devenir humano cuyo destino final es el mismo. Estamos en resonancia permanente con el fluido vital, nuestra relación no es sólo en términos de recursos, tal como lo entiende hoy la pulsión extractivista en su lógica productiva, y cualquier bloqueo a esta relación contínua terminará por romper el tejido que sostiene nuestra existencia.

Hoy hablamos del avance del desierto, de la sequía, de la desertificación que amenaza la tierra norte de la región ACONCAGUA. La misma zona cordillerana de Petorca por donde pasó el Camino del Inca hasta los valles centrales, bajando desde Alicahue, y que sirvió de ruta a los colonizadores españoles es hoy una zona devastada y en resistencia permanente frente a la amenaza genocida de los especuladores del agua. Esta devastación, si bien tiene su origen en la privatización de las aguas consagrado en la Constitución de 1980 y el Código de Aguas de 1981 (Mundaca, 2014) es el resultado de una ruptura sistémica de las relaciones cooperativas y organizativas de la vida propia de las comunidades agroalfareras que habitaron la zona. 

En la primera deriva psicogeográfica hacia los valles interiores de la región, viajamos hasta Quillota, capital provincial, junto a Cesar Valencia Donoso, activista y performer, con el objetivo de observar y analizar la manera en que las ciudades contemporáneas organizan urbanizaciones estratégicas a partir de la progresiva aniquilación de los entornos y rutas biológicas. El recorrido por esta ciudad, que aún mantiene características coloniales, nos permitió una observación situada del modelo de emplazamiento urbano, que desde comienzos del siglo XXI ha modificado el uso de suelo que anteriormente tenía un uso principalmente agrícola hacía la edificación de viviendas sociales, ampliando las zonas urbanas y el tipo de edificación desde el plano horizontal hacia uno vertical. Lo que implica que una serie de estrategias (bio)políticas de ordenamiento espacial propias de la colonia (la ciudad fue fundada en 1717) como la cuadricula, la plaza de armas rodeada por lugares de encuentro cívico como la intendencia, la iglesia o la municipalidad permanezcan inalteradas, delimitando un centro rígido y un contorno cada vez más movedizo sujeto a la especulación y a la concentración de ghettos hacia las periferias. 

Como parte de las derivas, recorrimos algunos sectores relacionados con antiguos asentamientos o lugares de enterramiento indígenas de Quillota, como la Población Aconcagua norte y el sector Sargento Aldea, Aspillaga, donde se encuentra la Feria y Centro Cultural Leopoldo Silva. Tomamos como referencia el río Aconcagua, la nueva planificación urbana y su relación con asentamientos como los de la cultura Bato, Llolleo, Aconcagua.

El crimen de lesbodio de Nicole Saavedra, ocurrido en la ciudad de Limache el año 2016, su secuestro, su tortura y su silenciamiento, se inscriben dentro de un mismo orden de pensamiento único que encarna un archivo de barbarie y domesticación de siglos. Un tiempo que aniquila la diferencia y opera como matriz ideológica que se extiende con la complicidad impune de las redes de control totalizante. Cuyo poder consiste en invisibilizar los indicios de la violencia sobre el cuerpo a través de la “invención” de un margen que nos separa de la heteronorma. Ese mismo discurso articula las imágenes que resumen la vida y separa los cuerpos que importan de los que no. Se diría que la docilidad con la que se acepta la desaparición del cuerpo es la dictadura que persiste como totalidad parcial y sustancia política de la civilización, en la medida en que el odio es la expresión de la estructura patriarcal que la sostiene.

Esta ruptura responde, finalmente, a un modelo de cultura patriarcal que ha terminado por fragmentar las relaciones, volviéndolas funcionales a los intereses centrales del orden de dominación. En este sentido, la misma lógica que rige el desarrollo del capitalismo a escala local conforma el carácter estructural de la violencia patriarcal en pequeñas zonas rurales o provincias aledañas a la urbe. Allí la política sexual es regulada por una serie de códigos y prácticas conservadoras que, en su extremo más radical, han llegado a significar una verdadera caza de brujas para las disidencias.

Vistas del Sector Puente Boco, Río Aconcagua, noviembre de 2017. En su ribera se concentran las poblaciones Aconcagua Sur y Aconcagua Norte. Cruzando el río desde Quillota encontramos la bifurcación hacía el sector Rautén y Boco. El sector es abundante en transas de pasta base o churri, verde y paraguayo. Además, los domingos la ciudad se vuelva hacía la feria de cachureos, ropa, verduras y nuevas tecnologías. Observamos la débil presencia del agua y el encuentro con los sauces.
Sector Avenida Valparaíso, camino al puente Boco y el Hospital de Quillota. Sobre este muro se ha reivindicado la Memoria de Nicole Saavedra Bahamondes, lesbiana secuestrada y asesinada por la dictadura heteropatriarcal. Nicole vivía en El Melón, comuna de Los Nogales (Chile), era lesbiana y lo visibilizaba en su vida cotidiana. Nicole fue vista por última vez el sábado 18 de junio de 2016. En este muro, lesbofeministas escriben rabia y resistencia frente al lesbo odio internalizado y perpetuado por la civilización.

2. Flujos, márgenes y pliegues. La ruina, la cadena y la joya: una visita por los paisajes trans-escalares de las cadenas logísticas de Valparaíso

El giro que las economías de América Latina han dado hacia China –con el “Consenso de los Commodities” en el centro de las operaciones (Svampa, 2012)– ha situado a Valparaíso como un punto de contacto entre el mercado liderado por la potencia asiática y el Mercosur, señalando a la ciudad como uno de los puntos estratégicos en la nueva segmentación que impone el mapa económico-gubernamental de IIRSA sobre Abya Yala.

En el marco de esta investigación, se realizó un taller en el espacio de arte Mutua en diciembre del 2017, coordinado por el sociólogo e investigador Alejandro Donaire y la artista e investigadora Jocelyn Muñoz. El encuentro buscaba entregar herramientas conceptuales y metodológicas que permitieran a individuxs y grupos de investigación autónoma entender el impacto del acondicionamiento de los territorios en la composición de los escenarios sociales por venir. Para esto, se puso el foco en entender la composición ecológica del sistema portuario en Valparaíso, de manera de desenredar la trama de actores, tecnologías e infraestructuras que dan forma a este cluster logístico. Esta mirada eco-lógica pretendía comprender cómo se constituyen las escalas y dinámicas de interacción involucradas en los circuitos de mercancías, las tensiones y mismatches que se producen, y cómo las operaciones logísticas incorporan la contingencia como motor de dinamización y autorregulación. 

Posteriormente realizamos una deriva hacía los contornos de la ZEAL (Zona de Extensión de Apoyo Logístico), sistema portuario chileno que permite operaciones de flujos de carga de mercancías a través del acceso sur del puerto de Valparaíso. La iniciativa portuaria de infraestructura ZEAL se encuentra a 11 kilómetros del puerto de Valparaíso, en lo alto de la ciudad, y tiene una extensión total de 45 hectáreas. La deriva se inició subiendo por la toma Violeta Parra hasta el sector que divide la Cárcel de Alta Seguridad y el Cementerio Parque del Puerto, cruzamos el sector conocido como Camino la Pólvora perteneciente a una red de transporte integrado a través del Sistema de Transporte Inteligente (ITS). Durante este recorrido andado pudimos reconocer el denominado Camino la Pólvora que une la Ruta 68 con el terminal portuario. Esta antigua ruta fue construida en 1866, luego del bombardeo de Valparaíso por parte de una escuadra española, las autoridades de la época decidieron artillar el puerto para su defensa. Así, se construyeron varias fortificaciones en los cerros aledaños, las que debían ser abastecidas permanentemente con municiones y pólvora. Como este cargamento no podía pasar por el centro de la ciudad, debido a su peligrosidad, se construyó un sendero para mulas, el que con el tiempo se denominó Camino La Pólvora. Hasta hace sólo algunos años, este camino no era mucho más que un sendero, pero en el año 2000 se inició la construcción de un ambicioso proyecto destinado a crear un corredor bioceánico, para mover la carga proveniente de Brasil y Argentina. 

Taller teórico Flujos, márgenes y pliegues. La ruina, la cadena y la joya. Realizado en el espacio Mutua en Diciembre del 2017.
Deriva Taller Flujos, márgenes y pliegues. La ruina, la cadena y la joya: una visita por los paisajes trans-escalares de las cadenas logísticas de Valparaíso. Sector ZEAL. Diciembre 2017.

3. Sitio, Memoria y Lugar. Escritos en relación a la acción del artista Danny Reveco, “Sin tierra, Sin agua, Sin cielo”

La costa del Pacífico es una estrecha franja litoral flanqueada al este por la Cordillera de la Costa y al norte por el desierto más absoluto. Allí, bañada por la fría corriente marina de Humboldt el clima no permite la formación de nubes altas productoras de lluvias pero toda la humedad que se crea progresivamente por las brisas marítimas se estaciona a lo largo de la escarpada cordillera costera, creando un fenómeno climático característico de este litoral que se conoce como camanchaca, una neblina muy densa que posibilita la presencia de ecosistemas costeros muy ricos y de gran biodiversidad. Se dice que lxs changos, antiguas formas de vida humana asentadas en la costa norte del océano Pacífico, habitaron ese litoral desértico desde Perú a Atacama y fueron señalados, por esa especial y específica textura en la que habitaban, como camanchacos o camanchangos. Fue desde esa niebla que bajaron en pequeños grupos hasta alcanzar la zona del Aconcagua y la costa de Valparaíso. 

A la llegada de los españoles, en 1536, un grupo de changos habitaba en la costa central de Valparaíso. Más al norte, en la zona conocida hoy como Papudo, los colonizadores conocieron a Carande (cara grande), jefe de la tribu. En esa pequeña bahía, habían establecido un pequeño reducto de vida que se vio diezmado en medio de la crisis social que implicó la barbarie colonial [5].

Con la invasión española, se cancelaron más de diez mil años de relación con el mar, todo un largo proceso de acumulación de saberes, experiencias y técnicas; un arte vivo que se vio confrontado con la inmensa marea de la Historia y el progreso. En esta ruptura de las relaciones se ha terminado por definir un sujeto total o, más específicamente, un discurso total que se contrapone al tiempo mítico y no lineal de las antiguas organizaciones humanas. Este quiebre, que desde distintas esferas se recrea aún en el presente, a modo de retorno, es la producción de sentido que, sujeta a la crisis permanente de la lógica colonial sobre los cuerpos, se revitaliza o reactualiza en el dominio soberano sobre espacios de vida no humanas como el mar.

Junto al artista Danny Reveco quien elabora y proyecta la acción Sin Tierra, Sin Agua, Sin Cielo. Nos planteamos dos derivas junto a colaboradorxs y obserbadorxs: la primera de ellas se llevo a cabo en Playa Ventanas durante el mes de Febrero del 2018 en colaboración con Gustavo Pulgar y la segunda durante Julio del 2018 a Playa Boca, sector de Con-Con donde desemboca el río Aconcagua. La propuesta nos empujaba a pensar por ejemplo, ¿qué historia subterránea reúne la trayectoria de lxs navegantes nómadas del sur del mundo, aquellxs que habitaron el bosque infinito del océano, con la experiencia actual de alguien que les imagina y reconstruye una mirada sobre sus huellas? Recrear o reinterpretar en el caso particular del trabajo de Danny Reveco es hacerse cargo de las relaciones de tiempo que nos habitan. Construir nuevamente las naves y mirar la mar.

Afiche Intervención Desembocadura del Aconcagua, Danny Reveco y Programa Dé_Tour.
Sector Playa Ventanas, acción “ Sin Tierra, Sin Agua, Sin Cielo”. Febrero, 2018.
Programa Investigación Expandida Dé_Tour [etnografía y derivas] Playa Boca, Con-Con. Julio 2018.
Vista desde Playa Boca, Con-Con. Río Aconcagua, al fondo ENAP Refinería Aconcagua. Julio 2018.

www.metarchivo.cl // @de_tour_etnoderivas

Bibliografía y referencias

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  • Brea, J. L. (2008). El tercer umbral: Estatuto de las prácticas artísticas en las sociedades del capitalismo cultural. Murcia: CENDEAC.
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Notas

  • [1] Concepto aymara ampliamente revisado junto a Silvia Rivera Cusicanqui en el marco del Taller Sociología de la imagen, celebrado durante enero del 2017 en el Tambo Colectivx Ch’ixi en La Paz, Bolivia.
  • [2] Proyecto de investigación autónomo, realizado desde el 2016 a la fecha. Observa y propone a la región de Valparaíso como caso de estudio, con investigaciones y recopilación de imágenes y documentos en Ventana-Puchuncaví, Quillota, Limache, Petorca y Valparaíso.
  • [3] Siguiendo la lectura foucaultiana de episteme, podemos comprender el conjunto de relaciones que, en una época determinada, articula ciertas prácticas discursivas estableciendo las condiciones históricas de posibilidad de un discurso verdadero (Foucault, 1979).
  • [4] IIRSA: Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana; se trata de un nuevo proyecto geográfico para Sudamérica, que implica profundos cambios estructurales. A nivel mundial, es el proyecto más ambicioso de ordenamiento territorial nacido al alero de COSIPLAN (Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento). Visitar http://www.iirsa.org.
  • [5] Aunque sin lugar a dudas el quiebre social más sustancial al que se vieron enfrentados los grupos litorales en su historia fue su integración al sistema capitalista colonial a partir del siglo XVI, transformándose en una masa laboral primeramente encomendada y posteriormente asalariada, enajenando por primera vez su condición en pos de un sujeto ajeno al grupo y produciendo un giro sustancial en la naturaleza de las relaciones entre los individuos de la sociedad.

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