Colectiva Editora Des-bordes (CeD): Infinitas gracias por este tiempo, por hacerte un hueco para este intercambio, en un momento tan demandante para ti. Para comenzar, nos parece inevitable preguntarte sobre cómo estás leyendo la situación actual global y, por supuesto, porque vives allí, cómo está la situación en Estados Unidos. Quizás pensándolo también a partir de la noción de intersticio, ¿es posible pensar en un entramado de resistencias en formación? ¿Es posible pensar en la emergencia de espacios intersticiales desde donde reconfigurar algo del desastre que está sucediendo ?
Silvia Federici: Lo primero a pensar es qué significa, en la gran configuración del desarrollo capitalista a nivel global, esta gran catástrofe en la que nos encontramos. Creo que se puede hablar de una “gran transformación”, en el sentido de Karl Polanyi1. Toda la historia del capitalismo es una historia de explotación, de despojo, de desplazamientos, de genocidios, pero a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Comunidad Europea han intentado proyectar una imagen donde primaban las garantías constitucionales y la noción de derechos humanos. A pesar de la continuidad con la política colonial y de un proceso de “recolonización” a partir de los años 70, del que hemos sido testigos, tanto Estados Unidos como la Comunidad Europea han intentado mantener una cara democrática presentándose como garantes de los derechos humanos y de las garantías constitucionales. Sin embargo, todo eso está fracasando completamente hoy.
Entonces es claro que en este momento, en ninguna parte del mundo, se puede plantear un gran proyecto de cambio total como se podía pensar hace un siglo atrás. Ya no se puede pensar en términos de revolución, del « Gran Cambio ». Ahora es necesario hablar de cambios que son locales, cambios que son parciales y que aún son capaces de crear visiones diferentes del mundo. Es necesario pensar en términos de intersticios, también de concepciones diferentes de cómo organizar la vida de cada día.
He estado leyendo un libro de Raúl Zibechi2. Raúl en estos años ha viajado mucho por varios lugares de América Latina, sobre todo visitando las comunidades zapatistas, las comunidades de Michoacán, y de los Mapuche. El libro es rico en ejemplos de comunidades que luchan por el reclamo de la tierra, por crear formas de agricultura de subsistencia, no orientada al mercado. Luchas que se enmarcan en la creación de formas comunitarias de reproducción de la vida. Creo que estos son los intersticios, donde hay procesos de recuperación de formas autónomas de reproducción de la vida y de una experimentación de nuevas relaciones sociales. Esto también sucede en los Estados Unidos, en diferentes comunidades.
También hemos visto, en estos últimos años, el crecimiento de muchos colectivos de cuidado. Al mismo tiempo, el cuidado se ha convertido en una gran industria. Esa es la respuesta a la lucha que hemos dado desde los años setenta en el movimiento feminista. Se trataba de cambiar la situación donde todo el trabajo del cuidado recae sobre las espaldas de las mujeres. En ese contexto, nuestra lucha se ha centrado en una revalorización del cuidado. La respuesta estatal ha sido la mercantilización. Hoy hay una industria del cuidado que hace mucho dinero mientras que las personas que trabajan en esas áreas no ganan nada. Inversamente, se han multiplicado los colectivos de cuidados, porque se comprende que, por ejemplo con los enfermos, una sola persona no puede asumir todas las tareas.
Esto tiene que ver con el tema de la reproducción y con la creación de intersticios. Se trata de un cambio cotidiano de la organización de la reproducción social; un cambio que se propone crear formas más cooperativas, más comunitarias de reproducción. En la relación con la tierra, con la agricultura hay luchas por la soberanía alimentaria que son fundamentales.
Recientemente estuve en Puerto Rico, hace un mes, por la celebración del 8 de marzo, con compañeras feministas y sindicalistas. La temática central fue la soberanía alimentaria, y el reclamo de la tierra, porque Puerto Rico es en verdad una colonia y todo es importado. Las compañeras se dan cuenta que la agricultura industrial no solo genera enfermedades, sino que destruye toda una cultura. La comida es cultura también, y la transmisión generacional de esta cultura funciona a través de la convivialidad, de la comida, de los sabores. Entonces, es necesario comprender que quien controla tu comida, quien controla tu tierra, controla tu vida. No se puede pensar en cualquier forma de lucha, en cualquier forma de autonomía, si no se controla un pedazo de tierra, si no se controla un territorio, o un área territorial, en términos de la posibilidad de nutrirse y de garantizar condiciones de salud, sin pagar un precio alto por ello. Yo creo que esos son los intersticios que debemos construir.
CeD: Además ya no es sólo cómo se construye el mercado alimentario, teniendo en cuenta que la mayor parte de la población ni siquiera tiene la posibilidad de acceder a ese mercado.
Silvia Federici: Cuando hablamos de soberanía alimentaria, hay también que pensar en lo que ha significado la política de los Estados Unidos del Food Aid3. El Food Aid ha sido una política para desplazar a millones de pequeños cultivadores, pequeños campesinos y campesinas, que después son obligados a emigrar, y a urbanizarse, en todas partes del mundo, desde África a América Latina. El Food Aid ha significado el descargo de toneladas de productos industriales y productos transgénicos. Y, finalmente, cuando se ha desplazado la agricultura local, se quitan las ayudas, lo que pasa ahora. Entonces, comprendemos que la necesidad de recuperar las tierras, es fundamental también en términos de soberanía alimentaria. En las favelas de São Paulo es una temática central. No podemos pensar en cambiar todo el sistema económico político, pero, sin embargo, hay ya muchos espacios de intervenciones específicas, parciales desde donde se intenta construir algo diferente.
CeD: Silvia, en relación a la importancia de las luchas y los espacios de activismos, a propósito de la distinción que tú haces en tu libro Ir Más Allá de la Piel4; de la distinción que haces entre una suerte de activismo triste –que está mucho más centrado en la figura individual, imponerse tareas inalcanzables a propósito de querer cambiarlo todo– y la militancia gozosa y el activismo gozoso. ¿Nos podrías contar más de esa distinción?
Silvia Federici: Sí, claro. Algo que me ha preocupado siempre, es cuando se empiezan a ver los trabajos de militancia como un sacrificio. La cuestión fundamental en ese artículo era contestar esa idea. No, no es un sacrificio. A pesar de que muchas veces te cuesta, te cuesta dolor, no se puede asumir la lucha como si fuera un sacrificio, como si fuera algo que te lleva a la depresión. Ir a una reunión, hacer un artículo, conversar, hacer una manifestación…esto no debe ser un sacrificio. Cuando aparece o se plantea como sacrificio, significa que hay algo que no funciona. Significa que hay una política que es necesario cambiar. Este era el punto fundamental en ese texto. Si la lucha no es algo que te da vida, que te da energía, que te sirve para escapar de la desesperación, para no desesperar por el futuro, hay un problema. Yo siempre digo que el feminismo me ha salvado la vida. He nacido en un período de guerra. Entonces he crecido con gente que sufría mucho. Y me han transmitido el sufrimiento. Mi mamá siempre decía: no me hagas reír porque te portas mal. “No me hagas reír”. ¿Qué alegría podría tener yo en mi juventud? Pero fue el feminismo el que me ha dado la alegría. Para mí el feminismo ha sido fundamental. Y yo, que ahora tengo 83 años, puedo decir que no hay algo más importante en la vida que luchar por un cambio, luchar porque no se perpetúe la miseria y la injusticia social. Ese es el mensaje en relación a las militancias gozosas. La militancia es decir sí, quiero hacerlo. Y lo hago, lo hago porque me da vida. No es un nuevo trabajo. La militancia no es trabajo alienado. No es una obligación que voy a cumplir contra mi deseos, contra mí misma, agotando mi energía vital. No, no puede deprimirte, al contrario, te debería dar más energía vital. Este era el gozo del cual yo hablaba.
CeD: Esto se contrapone con algunas formas de militancia de la izquierda histórica, ¿verdad?
Silvia Federici: Sí. Lo que los movimientos de izquierda han planteado históricamente es que la militancia debe ser un deber, casi un trabajo.
CeD: Ello va ligado a la construcción de una figura heroica.
Silvia Federici: Sí, y al sacrificio. La revolución que está por encima de todo, también, junto con esta idea del cambio total. Tu vida se pone aparte, como si la revolución no fuera parte de tu vida.
CeD: En este número, hemos pensado, hemos trabajado y hemos pedido algunas contribuciones que tienen que ver con pensar la militancia y esta militancia gozosa como formas de esas ecologías de los intersticios que generan una transformación, sin que sea completamente perceptible en lo inmediato.
Silvia Federici: Sí, porque no debemos solamente transformar el trabajo de cuidado, sino también la afectividad, la relación con los otros. La capacidad de transformarnos nosotres, porque todas, todos, todes estamos conformados por el capitalismo. Tenemos mucho capitalismo en nuestra cabeza. Entonces, estos intersticios son también lugares a la vez de transformación personal y transformación colectiva; de aprender nuevas formas de relacionarnos con los otros. Es la capacidad de expandir nuestra capacidad como personas, y nuestra relación con la naturaleza. Entonces, son lugares de aprendizaje y de transformación. Transformación, no solamente en la organización material de la vida, sino como cambio de las propias personas.
En la actual situación global, tomo Argentina como ejemplo, pero también, obviamente, pienso en los Estados Unidos, se está iniciando un periodo de fascismo que ataca las garantías constitucionales. Es cierto que hay también resistencias y hay, también, jueces que se oponen. Sin embargo, es interesante ver cómo este ataque a las garantías democráticas constitucionales, ha sido tan fácil. Como un castillo de cartas de papel, ha sido necesario muy poco para hacer caer toda esta ideología de que estamos en una sociedad democrática y que respeta los Derechos Humanos. La respuesta, por ejemplo, del Congreso de los Estados Unidos y del Partido Democrático, ha sido muy, muy débil. Pero, insisto, si vamos a ver la historia de los últimos 40 años en particular, desde la mitad de los años 70, cuando empieza toda una reorganización económica, política, cultural del desarrollo capitalista a nivel global —la llamada globalización, y el neoliberalismo—, vemos que todo lo que vivimos ahora en Europa y en los Estados Unidos, ya se ha impuesto a muchísimos países del mundo.
La globalización ha significado la recolonización de los países una vez colonizados a través de la política de la deuda. La crisis de la deuda global, la política del ajuste estructural, del Fondo Monetario Internacional, ha creado un empobrecimiento enorme, una transferencia de riqueza a Europa, a los Estados Unidos, por parte de los países que salieron del colonialismo. La reorganización del llamado tercer mundo, ha tomado la forma de una recolonización brutal, a través, entre otras cosas, de la devaluación de la moneda y la imposición de una deuda enorme. Las condicionalidades impuestas por el Fondo Monetario Internacional implican un ajuste brutal en toda inversión estatal, en la reproducción, en la salud, en la escuela, en el acceso a los recursos más necesarios, al transporte, con una inflación inmensa, porque la moneda local se ha desvalorizado. Esa es una primera etapa. Pero después viene una segunda, ligada a la guerra, a la militarización, y los paramilitares. Porque no se puede desplazar a la gente si no se crea una situación de terror, si no se crea una situación de guerra, entonces la guerra ha sido una condición de la economía. Hoy la economía es una guerra en sí misma, hay una política económica que se plantea como enemistad, porque produce hambre, desplazamiento, porque obliga a muchísimos países a abrir las puertas a toda corporación extractivista para pagar la deuda, sea en África, en Asia o en América Latina. Todas las compañías mineras, petroleras, y el agrobusiness, están saqueando los países endeudados. Hay devastación económica, desplazamiento, una destrucción ecológica inmensa, y la militarización de los territorios que, en cada lugar, toma formas diferentes: como la guerra contra las drogas, o la guerra en formas más tradicionales. Si tomamos en cuenta todo esto, podemos ver que ahora este proceso empieza a impactar los países que la organizan, los países que se dicen democráticos y que organizan esta catástrofe global. Ahora la catástrofe se expande y comienza a homogeneizarse.
CeD: Lo que planteas es que en realidad hay una suerte de circularidad del poder y que este proceso empieza a impactar ahora sobre los propios que lo han estado movilizando.
Silvia Federici: Exactamente. El desplazamiento y la deportación de migrantes están generando una cooperación entre millones de desplazados, que se están moviendo en el mundo. Todos estos desplazados –y aquí podemos hablar también de los Estados Unidos y de Europa– son los mismos que en los últimos 20, 30 años han encabezado muchas luchas. A la vez de ser fuerza de trabajo super barata, han generado mucha militancia. En los Estados Unidos hemos visto que los inmigrantes, sobre todo de América Latina, de México, de Argentina, han dado nueva energía al movimiento laboral que estaba adormecido. Le han dado una nueva energía y han encabezado nuevas luchas. Fíjate que en el 2006 hubo un millón de personas en la gran movilización de “Sí se puede”, que era una movilización contra una ley que penalizaba a los migrantes. Millones de personas salieron a la calle a manifestar, mostrando una gran capacidad política.
Es un momento también, en el cual, por un lado, saben que en los próximos años, en la próxima década, la migración va a crecer. Va a crecer, porque el cambio climático, el empobrecimiento obligan a la gente a emigrar. En segundo lugar, hay un capitalismo que está siempre cada vez más en crisis, porque también los recursos a nivel global están disminuyendo. Entonces, deben apropiarse siempre de nuevas tierras, nuevos mares, nuevas costas, siempre deben desplazar más. Es un capitalismo que debe ser cada vez más violento. Estamos en un momento de gran peligro. Yo he escrito mucho diciendo que la Palestina es el mundo, y lo que vemos allá es una forma extrema de tantas cosas que están pasando. Fíjense, en Sudán hay 14 millones de personas desplazadas. El Congo es también una situación muy difícil, y si vamos a ver la historia de los últimos 20 – 30 años: Afganistán, Irak, Libia, un país después del otro desmantelado, y siempre por la misma fuerza. Se trata de la fuerza de mercado, fuerza extractiva, fuerza corporativa, fuerza de capitalismo energético, que intenta desarrollarse a través de nueva apropiación, nueva ocupación de tierra, apropiación de recursos, desplazamiento de gente, esto es lo que enfrentamos. Pero yo creo que frente a esta catástrofe se han multiplicado también todos los intersticios.
CeD: Aquí hay algo también en relación a lo que acabas de decir, de cómo el capitalismo está operando, que estamos viviendo también en el sur de Argentina y de Chile. Tras una serie de incendios denominados como “voluntarios”, el Estado ha criminalizado a la comunidad Mapuche con un foco particular sobre las mujeres. Al mismo tiempo que, la lideresa Mapuche, Julia Chuñil5, está desaparecida desde noviembre. En medio de esta situación que es confusa, efectivamente con clara criminalización a la comunidad Mapuche y a las mujeres en particular, hay una instalación ilegal, pero permitida, de capitalistas, de personas que vienen de Qatar, que vienen de Bélgica, que tienen su propio aeropuerto, que tienen su propio sistema de electricidad y que están construyendo en medio de la Patagonia. Es decir, a la vez que ocurre esta criminalización, quemas, desplazamientos, el capitalismo financiero está ocupando tierras donde efectivamente hay minerales que interesan, como el litio.
Silvia Federici: Es así. Se comen la tierra. Están extrayendo todos sus recursos y sacrifican pueblos enteros. En este momento, sin embargo, la mujer tiene un papel fundamental, es por eso que hay tanta violencia contra las mujeres, porque las mujeres están ligadas a la reproducción, entonces no se puede atacar un sistema reproductivo de la vida sin atacar a las mujeres. Sea en relación al agua, al campo, a la nutrición, a la comida o al cultivo, las mujeres están en la primera línea, y claro que van a atacarlas. En Palestina, todo aparece muy claro. Sin embargo, si aparece opaco es porque los sistemas mediáticos y de comunicación no nos permiten comprender. Por ejemplo, si vas a ver la historia de Sudán, puedes ver que es una historia de petróleo, una historia de energía. En Sudán son 30, 40 años de guerra, con la división del norte y del sur y millones de personas sometidas. Allí estaban Chevron y otras compañías. Ahora en Palestina, vemos con claridad este ataque extremo. En Palestina la decisión de expulsar la población empieza en los años 2000, 2002, cuando descubren vastas reservas de gas natural en la costa de Gaza. El reporte de una compañera ilustra el descubrimiento en 2002 de grandes reservas de gas natural en la costa de Gaza. En este periodo, la compañía petrolera British Petroleum estaba interesada en extraer el gas y dar dividendos a los palestinos, pero no se ha podido hacer, porque Israel ha puesto el veto. Hay una historia que se conecta dentro de un contexto de recolonización sistémica en regiones como el Medio Oriente donde hay una gran riqueza energética.
Desafortunadamente es un territorio crucial, sobre todo en este momento donde se empieza a invertir mucho en la tecnología, y en la inteligencia artificial. Se necesitan cada vez más minerales, más fuentes energéticas. Hay una guerra por el control de las fuentes de energía. Por eso parece que están preparando una guerra con China. Hay una continuidad con el desplazamiento de las poblaciones del Pacífico en el periodo de post-guerra… Creo que es importante también aquí agregar que hasta que existió la Unión Soviética, a pesar de todas las críticas que se pueden hacer a la Unión Soviética, ésta operaba como un límite a la expansión del imperialismo Europeo y estadounidense. Era importante para Europa presentarse como la alternativa democrática, presentarse como países democráticos, que respetan los Derechos Humanos y que, en contraposición, la Unión Soviética era una dictadura.
CeD: Pero entonces, en este circuito y en este ciclo, la única o una de las pocas cosas que están como límite son los recursos naturales…
Silvia Federici: Y las personas también. Lo que vemos ahora es que tanta gente que ha dado el voto a Trump, ahora lo confrontan. Muchos han votado por él, movidos por el disgusto con la política de los demócratas. Si la derecha ha sido capaz de ganar tanto poder es también porque la alternativa, el centro, o la centro izquierda, los ha desilusionado. Porque en realidad, el dicho centro, o centro izquierda, ha abrazado completamente la política de desarrollo capitalista.
El gobierno de los demócratas no ha sido una alternativa real. Como hemos visto, frente a Palestina, la política de Biden no ha sido diferente de la de Trump. Claro, ahora tantas personas que han votado por Trump, comprenden que fue un error, porque van a abolir el seguro social y otros programas de welfare. Hoy se está creando un frente bastante amplio de protestas, y no solamente en los campus universitarios. Por ejemplo en las reuniones en los town halls, que los políticos de diversos partidos mantienen con el pueblo, hubo muchas protestas contra la política de Trump, así que los políticos republicanos ahora no las hacen. Esto es un síntoma de que hay un malestar creciente, hay manifestaciones en todo el país, no solamente de los jóvenes en la universidad.
CeD: En este sentido hay una pregunta que es fundamental para todas nosotras, y que es también una pregunta que se actualiza en cada ciclo histórico: ¿cómo continuar? O sea, continuamos defendiendo efectivamente el trabajo desde los intersticios, defendiendo la lucha gozosa, el activismo gozoso, multiplicando formas de cuidado también pero con todo este análisis que estás planteando y frente a la llegada de situaciones de confrontación cada vez más fuertes y más definitivas, confrontaciones donde se juega el todo o nada, ¿cómo ves vos este cómo continuar?
Silvia Federici: Creo que una de las cosas importantes que se ha comenzado en el movimiento feminista, y, en particular desde Argentina, es la relación entre lo local y lo internacional. Es decir, la capacidad de conectarse con el intersticio, pero un intersticio que tiene una ventana al mundo y que tiene conexiones con compañeras, con movimientos afuera. El poder coordinar y coordinarse con otras compañeras y otros movimientos, creo que es lo más importante para comprender qué pasa y para hacer que la lucha circule. Por ejemplo, es crucial, para contrastar los desastres ecológicos producidos por el extractivismo y el agronegocio en la Amazonía, que se pueda también protestar o luchar en Amsterdam o en Londres, donde las compañías responsables tienen sus sedes. Yo creo que esta circulación internacionalista es fundamental porque no somos capaces de enfrentarnos a cualquier crisis de manera aislada. Solamente una gran solidaridad y cooperación en la reproducción de la vida cada día nos puede proteger, porque el aislamiento es un gran peligro.
Otro tema también, es la política ligada a la educación. Las compañeras de Ecuador, como Cristina Vega, intentan comprender quiénes son estos jóvenes, militares, paramilitares, que llegan a los pueblos, que matan, que violan; intentan comprender de dónde vienen y cómo funcionan. La cuestión de la educación, de cómo crece la nueva generación, es muy importante, sobre todo para el largo plazo, para el futuro.
Des-bordes: No es una pregunta exactamente, pero es cierto que hemos visto en los últimos, digamos, 15 años, 10 años, el movimiento feminista a la vez explotar en términos de visibilidad, de trabajo, de resultados, y al mismo tiempo fragmentarse, o sea, todo el último tiempo. ¿Qué lectura haces de esta situación?
Silvia Federici: Es un desastre porque fragmenta el movimiento feminista. Ya en los Estados Unidos no tenemos un movimiento feminista. Hay un movimiento feminista en Argentina con muchas voces diferentes, se juntan, discuten, salen diferencias, pero se crea un terreno común. Aquí, no lo hay, y no creo que lo haya realmente en Europa. Hay manifestaciones, pero también hay una gran fragmentación que, además, se multiplica.
Antes era el conflicto entre las trans y las que son críticas del movimiento trans, ahora existe la división entre las que son acusadas de ser ‘punitivistas’ y las no-punitivistas. Desde los años 70, hay tambien un movimiento feminista neoliberal, organizado para las Naciones Unidas. Estamos viviendo una fuerte crisis, a pesar de que la lucha de las mujeres es muy fuerte. En América Latina, en la Amazonía, en tanto lugares, en el campo, en los movimientos campesinos, también en los movimientos de los pescadores, la lucha cada vez es más feminizada, porque siempre las más golpeadas son las mujeres y el movimiento feminista. Las mujeres son las más interpeladas directamente, porque se ataca la reproducción, se ataca la infancia, se ataca la comida, se ataca la agricultura, en todos los lugares donde las mujeres están más presentes eso pasa. Y las mujeres están enfrentando una intensa violencia paramilitar y del Estado como aquí donde el gobierno de Trump proibe el aborto e intenta repristinar un modelo masculino, patriarcal de familia y relaciones sociales.
CeD: Sí, el punto álgido de Estados Unidos ahora es esta lista de palabras prohibidas/censuradas/clausuradas en el campo de la investigación donde la misma palabra mujer, forma parte.
Silvia Federici: La derecha ha usado mucho la lucha que se hace contra lo LGBT porque han comprendido las divisiones que hay en el propio movimiento feminista. Entonces este ataque es muy directo, muy perverso. Necesitamos un movimiento feminista fuerte, con una composición sólida.
CeD: Una pregunta un poco a parte… ¿Qué dice tu remera?
Silvia Federici: “Nuestra lucha es la lucha por la vida”.
CeD: A propósito de estos lugares de distorsión, confusión, que se presentan para el oportunismo, tú has hablado de la tensión que hay entre los espacios de cuidado remunerados, hablaste incluso de la industria del cuidado, y de la vital importancia que tienen los espacios de cuidado fuera de ese ámbito remunerado, pero que suelen recaer –debido a la jerarquización sexual del trabajo–, en las mujeres. Entonces, a propósito de esos equívocos o de esas confusiones que tienden a desequilibrar la balanza, ¿cómo se podría navegar esa tensión, sin que eso se interprete como el abandono de una lucha?
Silvia Federici: El movimiento feminista ha perdido una gran ocasión, a partir de los años 70, en la lucha sobre la reproducción social. Trabajo doméstico, trabajo de cuidado, cuidado para los mayores. Nosotras, cuando hemos propuesto el salario para el trabajo doméstico, era desde una visión muy amplia. No se trataba del salario para el trabajo doméstico como un fin. Se planteaba como una estrategia, en un período particular del movimiento feminista, para cambiar la relación con el Estado, cambiar la relación entre mujeres y hombres, y empezar dos procesos: uno de visibilización de qué es este trabajo, que siempre estaba completamente ignorado por la izquierda, y segundo, para revalorizar este trabajo.
Claro que era una propuesta que puede ser reformista. Pero hay reformas que sirven para destruir la lucha y reformas que te permiten dar un paso adelante. Para nosotras, esta reivindicación no era un punto final, era un punto desde el cual reiniciar la lucha, porque nos daba la ventaja de visibilizar este trabajo, mostrar que es un trabajo real que beneficia a todos los empleadores, que beneficia a todos los capitalistas. Era necesario visibilizarlo, revalorizarlo, mostrar que sí, que tiene un valor. Y en segundo lugar, hacer que las mujeres pudieran inmediatamente apropiarse de un poco de sustento para sí mismas, que no fueran obligadas a depender de un hombre, o a aceptar un segundo trabajo. Porque hemos visto que cuando las mujeres salen de la casa para buscar un trabajo también es una pesadilla, la paga es más baja, los trabajos más desvalorizados, muchas veces es trabajo doméstico, es trabajo de cuidado, etcétera. Entonces, para nosotras, era como una etapa intermedia de cambio, para crear un terreno de lucha diferente, y al final de los años 70, en los movimientos feministas, en los Estados Unidos y en Europa, la estrategia fue concentrarse en el trabajo extra doméstico y la lucha por la igualdad de remuneración. Claro, que se debe luchar por la igualdad salarial, pero se han concentrado todo los esfuerzos en la búsqueda de la ‘paridad’, y en la lucha para entrar en los trabajos que siempre han sido reservados para los hombres. Ahora tenemos 40 años de experiencia y vemos que la entrada de la mujeres a nivel de masa en el trabajo asalariado no ha cambiado la situación realmente, en muchos casos la ha empeorado. Sí, hay cambios en algunas áreas donde las mujeres han sido capaces de obtener mejores condiciones laborales, de vida, mayor independencia de los hombres, mayor socialidad, pero para la gran mayoría de las mujeres el trabajo extra doméstico ha sido un trabajo mal pagado, que se junta con el propio trabajo doméstico. Yo he hecho una investigación sobre la deuda en los Estados Unidos, y resulta que las mujeres que trabajan fuera de la casa están endeudadas, porque los salarios son tan bajos, y así no pueden sustentarse, entonces, se endeudan, y como no tienen un colateral, se hunden mucho porque deben pagar tasas de interés muy altas, 50% sobre los préstamos. También vamos a ver qué trabajos han buscado la mayoría. Si tú no tienes un certificado universitario, la mayoría tiene trabajos que son muy mal pagados. Yo vengo del hospital ahora, veo a las mujeres que trabajan como enfermeras, la mayoría son mujeres migrantes, de color, mujeres negras de los Estados Unidos, trabajan todo el día, van a casa y llegan a otro trabajo. Ellas dicen que no tienen tiempo para nada, no tienen tiempo para recuperarse, no tienen tiempo para hacer política, para ir a una reunión de mujeres. Para nosotras la lucha por un salario era una estrategia para cambiar, en forma más favorable, la condición de las mujeres.
La respuesta a la lucha del movimiento feminista ha sido la comercialización del sector del cuidado, donde se encuentran las mismas mujeres, pero que ahora trabajan con salarios muy bajos. Hay compañías en las que puedes buscar una persona que llega a tu casa, tu vas a pagar una suma importante por ese servicio pero a las mujeres les llega muy poco de ese dinero. Allí se ve la especulación y una gran acumulación. El sector de servicios, sobre todo el servicio de cuidados, es un sector que es muy productivo para la acumulación capitalista. El movimiento feminista ha sido incapaz de crear una verdadera alternativa, porque ha concentrado su energía, su lucha, no sobre la reproducción, sino sobre el trabajo extra-doméstico. En gran parte la reproducción se ha abandonado y es muy claro para mí que el discurso del cuidado ha regresado en el discurso feminista de los años 90 cuando la lucha de las trabajadoras domestica migrantes, ha visibilizado de nuevo la importancia del trabajo doméstico. Por ejemplo, en España hay una organización que se llama Territorio Doméstico6, con mujeres del Caribe y de América Latina. Estas compañeras han puesto la temática del trabajo doméstico y del cuidado de nuevo dentro del movimiento feminista, en formas que el movimiento feminista no ha podido ignorar. Ellas han dicho, “sin nosotras nada se mueve” y han creado una organización con una militancia gozosa. Son mujeres que llegan de otros países, que han dejado sus familias, y han comprendido que para poder continuar, para poder preservar su fuerza, su capacidad de lucha, de vida, deben introducir actividades que les dan alegría. Entonces, comen juntas, bailan, crean canciones, actúan, realizan “la pasarela”, y todas estas cosas. Han comprendido la necesidad de generar una nueva afectividad, han creado una nueva familia, porque tú te debes sustentar, no puedes solamente decir “no”, debes también reproducirte. Para continuar la lucha debes reproducir la lucha. La lucha necesita un trabajo de reproducción. Es decir, la lucha debe reproducirse también con la afectividad, con la alegría, con la creatividad, con la danza, con el estar juntas, con todo esto. Esto es uno de los grandes intersticios donde se producen nuevas formas de vida y nuevas relaciones sociales.
Notas
- Karl Polanyi, The Great Transformation, Beacon Press, Boston, Massachusetts, (1944)., ISBN 0-8070-5679-0, ISBN 978-0-8070-5679-0. ↩︎
- Ver: Raúl Zibechi: Mundos Otros y pueblos en movimiento. Debates sobre anti-colonialismo y transición en América Latina, Desdeabajo, Bogotá, 2022. ↩︎
- Food Aid es un programa de ayuda alimentaria consistente en subvenciones y préstamos en condiciones favorables que se ajustan a la asistencia oficial para el desarrollo (AOD). Nota de las editoras. ↩︎
- Silvia Federici, Ir Más Allá de la Piel. Repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo, Tinta Limón / Traficantes de sueños, Buenos Aires / Madrid, 2022. Ver: https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/TDS_map77_ir%20mas%20alla_interior_web.pdf ↩︎
- Julia Chuñil es lideresa mapuche, defensora de los territorios y presidenta de la Comunidad Indígena Putreguel en el Estado de Chile. El 8 de noviembre de 2024, Julia Chuñil desapareció en la comuna de Máfil, Región de los Ríos. Tenía 72 años. El 15 de octubre de 2025 se reveló que había sido quemada, según una llamada telefónica del principal sospechoso, el empresario forestal Juan Carlos Morstadt Anwandter, al padre de Julia. ↩︎
- Territorio doméstico es un espacio transfronterizo que responde a dos problemas urgentes: la defensa del derecho laboral de parte de las trabajadoras del hogar y la exigencia de la regularización de las personas migradas trabajadoras así como de su derecho a la reagrupación familiar. Las actividades de Territorio Doméstico responden a una triple acción: sensibilizar, exigir una serie de derechos y también dignificar a las participantes como sujeto de derecho y fuera de una condición estigmatizada.Ver: https://laboratoria.red/wp-content/uploads/2021/08/Territorio_RL_WEB.pdf ↩︎
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