El formato es simple: una cámara fija a trípode, sonido directo, y una duración que no excede los dos minutos. No hay edición interna, no hay musicalización, no hay textos o locuciones que guíen la mirada. El desafío es elegir bien dónde fijar la cámara, dónde poner el micrófono, anticiparse a lo que podría pasar, o confiar en que el lugar desde donde se plantea esta mirada será capaz de transmitir una idea, y de encontrar un momento irrepetible que estructure una escena, que logre crear cine.
Así nació en el 2011 el Mapa Fílmico de un País (MAFI), como una vuelta a los orígenes del cine documental que fijaron los hermanos Lumière y sus “vistas” hace más de 120 años. También, nació con un espíritu cartográfico, persiguiendo el ideal de registrar todo Chile, en todos sus territorios (geográficos y sociales). Para lograrlo, sería necesario un esfuerzo colectivo, por lo que se convocó a realizadores audiovisuales en todo Chile. El mapa nunca se podría completar, pero el camino hacia ese ideal nos dejó un gran archivo de imágenes memorables.
Desde mi experiencia como realizador y luego como director en los documentales Propaganda (2014) y Dios (2019), pude vivir el desafío a veces angustiante de determinar dónde poner la cámara, para que su presencia cumpliera varios requisitos: generar una composición cinematográfica interesante, que permitiera contextualizar a los personajes y mostrar cómo se desarrolla su cotidiano, sin entorpecer el normal desarrollo de la acción. Así se lograba que la cámara desapareciera para personajes y espectadores, y que sólo la realidad encuadrada fuera la protagonista. En muchos casos estas condicionantes implicaban mirar desde los costados, desde el límite de la acción. En otros, el fuera de campo se construía con el registro sonoro, completando la escena de maneras mucho más diversas e interesantes.
La selección que presento en Des-bordes está unida por una característica: son cortometrajes que buscan documentar espacios de trabajo, desde la precariedad de los vendedores ambulantes en una feria (Candidata Ochoa va a la Feria, Vendedor de marionetas), donde el trabajo se realiza en espacios públicos, hasta las industrias donde se procesan animales (Matadero, Ordeñadora de vacas), espacios comúnmente invisibilizados para los consumidores por lo violento de la explotación animal.
Destaco también dos cortometrajes en que el trabajo se desarrolla en contextos de gran vulnerabilidad: Amenazas de muerte en un Cuasimodo, donde la trabajadora de un bar en la comuna de Colina es víctima de fuertes amenazas por parte de un hombre, y que ilustra cómo la violencia doméstica se encuentra normalizada en ciertos entornos donde comportamientos como este no provocan reacción alguna entre los parroquianos. También está Cartonero protegiendo sus cartones, donde un anciano se ve atrapado entre una protesta y un carro lanza agua, lo que pone en peligro su escuálido, pero preciado tesoro de cartones, planteando una reflexión sobre quiénes son los grupos generalmente reprimidos en la manifestación social.
Así como en esta selección he agrupado estos cortos bajo un alero temático determinado (el trabajo) también es posible hacerlo con otros temas (política, religión o medio ambiente, por nombrar algunas de las categorías con las que intentábamos clasificar los microdocumentales) o incluso a partir de elementos presentes en el plano: agua, medios de comunicación, fuego, animales. Fue así como en 2013, y ante la inminencia de una elección presidencial, decidimos poner a prueba el formato e intentar construir un largometraje documental que registrara el descalce entre la clase política, y el electorado y los movimientos sociales. Convocamos a 16 realizadores de todo Chile, entre los que estaban Maite Alberdi, Fernando Lavanderos, María Paz González y Christopher Murray, entre otros. Con el montaje de la experimentada Andrea Chignoli, a principios del 2014 estrenamos Propaganda, una crónica de las campañas presidenciales del 2013 desde un punto de vista que buscó retratar cómo se vive la política en la calle, en lo cotidiano, en el sinsentido de los mensajes de marketing político, que no conecta con lo que los movimientos sociales manifestaban también en las calles. Propaganda demostró que el formato de los planos fijos con sonido directo podía ir más allá de los cortometrajes.
Paralelamente, y siempre funcionando desde una lógica colectiva y participativa, desarrollamos la serie de talleres de cine documental “Escuela MAFI” en cuatro ciudades de Chile y una versión en México. En estos talleres y a través del formato de registro de MAFI, enseñamos cómo cuestionar la mirada para que los participantes encontraran su propio punto de vista. También, desarrollamos residencias artísticas en Petorca, Melipeuco, Cerro Sombrero y la salitrera María Elena, en las que pudimos experimentar con otros formatos, siempre con la participación de la comunidad como un pilar fundamental.
Luego, siguió la realización del largo documental Dios (2019): una exploración de la relación de Chile y sus distintos territorios con la religión, a propósito de la visita del Papa Francisco al país. Y luego Oasis, estrenada el 2024, que recoge -siempre desde una mirada colectiva- registros del estallido social de octubre de 2019, el primer proceso constitucional y su rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022.
Han sido casi 15 años de trabajo colectivo de más de 50 realizadores a lo largo de Chile, quienes de manera voluntaria han aportado a la creación de este Mapa Fílmico de un País.
Ver también : Programa visionado: «Mapa Fílmico de un País» (MAFI)
0 comentarios